Como fenómeno toca a la República Dominicana y al resto de países de Centroamérica, el Caribe y América Latina. El crecimiento de la comunidad evangélica, ahora conocido como “nuevo evangelismo”, has llegado arropado por un arrojo político y electoral que nunca antes había sido tan visible.

Se habla de la influencia del movimiento conservador de los Estados Unidos, y en particular los llamados miembros del Tea Party, que junto a ideólogos conservadores, como Steve Bannon, están dando una gran batalla para revertir las reformas políticas y culturales liberales que se han expandido por una gran parte de los países de América Latina.

La irrupción de los nuevos evangélicos derechistas en las elecciones de Brasil, a finales del pasado año le dieron el triunfo de Jair Bolsonaro, quien ha colocado a varios dirigentes evangélicos como ministros y desde hace tiempo comenzaron a revertir reformas educativas, de salud y particularmente en el área de la salud reproductiva.

En las elecciones de Costa Rica, el pasado año, el nuevo evangelismo estuvo a punto de obtener un triunfo electoral, alcanzando la segunda posición para participar en la segunda vuelta y competir con Fabricio Alvarado como su candidato. Fabricio quedó con el 40 por ciento de los votos, y Carlos Alvarado ganó las elecciones.

Ese movimiento conservador va ganando experiencia y poco a poco ha ido posicionando candidatos en diversos partidos en la República Dominicana. Donde más presencia han alcanzado es en los partidos “emergentes”. No han despertado entusiasmo, pero los ensayos les han permitido ir mejorando el discurso y proyectando algunos de sus líderes para tratar de dar el salto.

Un estudio de Pew Research Center da cuenta que en 1910 el 98 por ciento de los dominicanos y dominicanas se declaraba católicos. En 1950 había bajado al 96 por ciento, el 1970 al 94 por ciento, pero en 2014 los dominicanos y dominicanas que se declaraban católicos eran sólo el 57%. Es decir, que entre 1970 y el 2014 la Iglesia católica ha perdido un 37por ciento de su feligresía.

Los  temas del nuevo evangelismo siguen siendo los mismos, y en particular proyectar la Biblia como el documento fundamental de la fe, y reclamar la comunicación directa con Jesucristo, rechazando la infalibilidad del papa y al catolicismo como fuerza espiritual dominante en toda la región. Los católicos cometen un gravísimo error al dar cancha abierta a las posiciones políticas conservadoras de los evangélicos. Han presionado al Congreso Nacional juntos, por el tema del Código Penal, y algunos de sus objetivos coinciden. El nuevo evangelismo tiene una espina clavada con el Concordato entre el Estado Dominicano y el Vaticano, pero cuentan con la ventaja de que los católicos no tienen claro cómo comportarse ante este fenómeno de popularidad y crecimiento.

El catolicismo pierde espacio público y pierde masas. El calor que insuflan los evangélicos a sus actividades litúrgicas y las muchas fórmulas que tienen para “amarrar” directamente con Jesús a sus adeptos les da ventajas. Pese a la diversidad de concilios, de pastores, Iglesias y movimientos, no han logrado unificarse en torno a un liderazgo principal.

La diversidad del nuevo evangelismo es una fortaleza y al mismo una debilidad. Quien con más preocupación debía estar actuando, protegiendo a su legión de seguidores, es el catolicismo. Su líder, el papa Francisco, ha sido abierto, actual, claro en su ecumenismo, y ve más los problemas del laicismo que los problemas de la “desconversión” de su feligresía. El evangelismo, ahora, como con su dama, y se va convirtiendo en una seria amenaza política conservadora.