Sólo la persistencia, el arrojo, el coraje, la voluntad de reclamar justicia y de remover todas las conciencias de la sociedad, ha permitido que Negro Veras no sea un hombre invisible ante la justicia dominicana.

El logro de que finalmente se presentaran las pruebas del atentado criminal perpetrado por sicarios, pagados por el empresario Adriano Román, y que el tribunal penal de Santiago tuviera jueces escuchando las informaciones aportadas por el Ministerio Público y por los abogados de la familia Veras, corresponde a las virtudes antes mencionadas, encarnadas en ese abogado de prestigio, calidad y capacidad que todo el mundo conoce como Negro Veras.

No ha habido puerta que Negro Veras no haya tocado. Los medios de comunicación se han acostumbrado a recibir, cada mes, durante cuatro años, las clarinadas de Negro Veras recordando el atentado del 2010 contra el abogado Jordi Veras, hijo de Negro, y abogado de la señora Miguelina Llaverías, ex esposa de Adriano Román, a quien el prisionero, y ahora nuevamente imputado criminal, agredió, mandó a violar, mandó a matar, como si se tratara de un juego en el que él, y sólo él, dispone de las vidas de los demás.

Negro Veras al escuchar la grabación donde quedaba clara la orden de muerte contra su hijo Jordi Veras
Negro Veras al escuchar la grabación donde quedaba clara la orden de muerte contra su hijo Jordi Veras

Los instintos criminales de Adriano Román son bien conocidos en todo el país, y particularmente en Santiago. Su sadismo, su sangre fría y sed de muerte, han puesto en evidencia que la maldad se esconde en cualquier rostro, en cualquier cerebro, porque estamos intentando describir a un cristiano reconocido, a un emprendedor, a un sujeto que se codeaba con lo más distinguido de Santiago, la ciudad más importante y progresista del país, después de Santo Domingo.

Adriano Román acordó pagar 1.5 millones de pesos por la muerte de Jordi Veras, y adelantó 200 mil, y como se negaba a honrar ese “sagrado” compromiso, el coordinador de los sicarios grabó una conversación con él donde estaba clarísima la responsabilidad que tenía en ordenar el crimen. Todas las negociaciones se hicieron estando Adriano Román en la cárcel.

Al conocer la miseria humana del sujeto que ordenó asesinar a Jordi Veras, y al darse el testimonio de los sicarios de que el joven abogado sería pasado por las armas (se lo iban a lamber), Negro Veras no pudo soportar la indignación y la emoción y el llanto se apoderaron de él en pleno tribunal.

A partir de ahora no hay excusas para dar largas a este proceso, ni ofrecer todas las garantías al imputado, que está en prisión y ha buscado todas las argucias para que este juicio no se conociera en el fondo. Es un doble criminal, independientemente de que se le considere inocente hasta tanto sea irrevocablemente decidido por las más altas instancias de la justicia dominicana, y se le condene.

¿Y si Negro Veras no hubiese movido cielo y tierra para despertar la conciencia dormida de la justicia dominicana en este vistoso, cruento y abominable crimen?

¿Es posible que cada dominicano y dominicana que sea víctima de un crimen tenga que utilizar las influencias, amistades y recursos que ha tenido que utilizar Negro Veras para conseguir una condena judicial por el crimen?

Luego del crimen han transcurrido 48 meses, los cuales han sido dedicados en cuerpo y alma por Negro Veras a reclamar justicia. Ha dejado, incluso, su ejercicio del derecho para ocupar la honrosa posición de padre que no puede permitir la impunidad contra un crimen que cegó parcialmente a un hijo suyo y que intentaba quitarle la vida de un cuajo.

¡Ah! El tema está relacionado con la influencia del dinero que administra a sus anchas Adriano Román desde la cárcel. Esa es una lección importante que ya han debido tomar en cuenta las autoridades. Lo mejor que pueden hacer es quitarle el acceso al dinero. Que no pueda comprar espacios de comodidad en la cárcel, que no pueda comprar servicios de agentes carceleros, que no pueda tener tecnología en sus manos, ni móvil, ni tableta ni computadora. No es posible que posea dinero para comprar voluntades, como ya lo demostró que podía hacer desde la cárcel, cuando contrató a los sicarios para matar a Jordi Veras.

Es a Negro Veras que le cabe la virtud de haber persistido. Se ha peleado con mucha gente querida, le han echado en cara muchas de sus nuevas alianzas, le han reclamado tranquilidad, porque ya eso pasó y su hijo sigue vivo. Negro Veras, sin embargo, está dejando una lección de justicia, de cero impunidad, de virtud en la búsqueda del bien para la sociedad. Está demostrando, no sólo diciendo, que es posible conseguir lo imposible en una justicia amorfa, oportunista y que siempre ayuda al poderoso.

Tremenda lección la de Negro Veras para la sociedad dominicana.