Visto el informe de la Comisión Presidencial sobre las muertes de niños y niñas en el Hospital Infantil Robert Reid Cabral, hay que sacar algunas lecciones. Y nos disponemos a ello.
En primer lugar, como anotamos, quedaron fuera de lugar las comisiones designadas por la Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional, que adelantó algunas entrevistas e hizo presencia en el terreno, y la comisión designada por el Ministerio de Salud Pública, que apenas se anunció quedó suplantada por la Comisión Presidencial. Lamentable espectáculo de improvisación.
En segundo lugar, la Comisión Presidencial estuvo integrada de manera extraña. Ni el Jefe de la Policía, ni el Procurador General de la República, ni el Jefe del Departamento Nacional de Investigaciones, tienen experiencia en investigaciones sobre temas de salud. Son autoridades, sin dudas, pero la única persona con calidad y capacidad en esa comisión es la doctora Altagracia Guzmán Marcelino, directora del Seguro Nacional de Salud y ex ministra de Salud Pública.
El tercer lugar, los resultados de la investigación no van al fondo del problema ni las recomendaciones de la Comisión Presidencial van dirigidos a la búsqueda de una solución.
La Comisión Presidencial dijo lo que los médicos del Hospital Robert Reid Cabral habían adelantado, y lo que habían denunciado meses antes: Es un Hospital de referencias, que tiene mucha precariedad, que carece de equipos básicos, que tiene problemas con el manejo del oxígeno, que su personal no da abasto para la atención de la cantidad de pacientes que llegan, que el estado en que llegan mucho niños referidos es de gravedad letal por el manejo previo de sus enfermedades y por la mercantilización de la salud en las clínicas y centros privados.
Es erróneo aplicar sanciones al personal de salud del hospital Robert Reid Cabral por las supuestas irresponsabilidades en el manejo de los casos, cuando todo el mundo sabe que allí la precariedad es de antología. No hay camas, no hay incubadoras, no hay oxígenos, no hay aires acondicionados, no hay espacio suficiente, no hay materiales de consumo, no hay vigilancia adecuada. Y cuando el Ministerio de Salud recibe las quejas, los reclamos, las peticiones, los informes, no hace caso, porque el presupuesto no es suficiente.
La dirección del Hospital tampoco es responsable. La responsabilidad recae en el Ministerio de Salud Pública, en su dirección de Hospitales, en el Gobierno Central y en todos los funcionarios públicos que saben no hay recursos para poner en marcha atención de calidad en los hospitales. Pregunten cuántos funcionarios públicos se atreverían a llevar a un hijo enfermo al Hospital Robert Reid Cabral. Ninguno. Y ellos saben por qué no lo llevarían, Porque ese es un hospital sin recursos técnicos, para pobres, que son los que merecen lo que el gobierno le entrega por vía presupuestaria.
Por las declaraciones del personal médico del Hospital Robert Reid Cabral sabemos las condiciones de trabajo allí son terriblemente inhumanas, precarias, sin condiciones. Los médicos no pueden salvar vidas sin carecen de los equipos indispensables para ello. Un médico no tiene oportunidad de salvar 5 niños a la vez, si les llegan en condiciones de gravedad, previamente tratados (mal tratados, hasta con iatrogenia) por otros médicos en centros privados. Una forma fácil, pero irresponsable, de un médico salir de una situación extrema en un centro de salud, es despachar a la madre para el Robert Reid Cabral, con el menor en estado de gravedad.
Por eso es necesario ir más al fondo del problema, y no quedarse en las ramas, como ha hecho la Comisión Presidencial que investigó la muerte de 11 niños y niñas el fin de semana pasado.
El problema no es la muerte de 11 niños y niñas. El problema es la muerte de miles y miles de niños y niñas, en los últimos años, en ese hospital, por las mismas causas que murieron los 11 niños y niñas del fin de semana, sin que los funcionarios o los congresistas hayan hecho nada, mostrado preocupación o se hayan indignado. A ese fondo es que debió llegar la Comisión Presidencial.
Un lector, Edgar Paniagua, nos ha hecho llegar una lista de acciones que ayudarían a ir al fondo del problema. Y aquí se la dejamos, como un llamado de auxilio en beneficio de los pobres del país:
Espero que la indignación por la que está pasando gran parte de la sociedad nos obligue a reflexionar, porque la verdad es que el caso de las muertes en el Robert Read deben llevarnos más allá de la indignación.
Entre otras cosas debemos pedir al Gobierno y al Congreso:
1. Eliminación del barrilito
2. Eliminación de la asignación para canastas que tienen los legisladores.
3. Eliminación de fiestas navideñas de todo el sector público. Y esos recursos usarlos en…
4. Una mayor asignación para los hospitales. Para darle una idea: La Plaza de la Salud recibe más asignación que casi todos los hospitales principales juntos.
Y no es que este mal dicha asignación, sino que las otras asignación es públicas son insuficientes.
Y lo peor del caso es la apatía o la dejadez o el cansancio o la indiferencia o la insensibilidad del personal o la indolencia propia del personal de los hospitales, y esto a todos los niveles.
Salud pública no maneja fondos, sólo administra fondos asignados y estos son insuficientes.
No hay dolientes en el sistema. Y los que se duelen sólo pueden dolerse y de manera impotente.
La justicia Divina es perfecta, llega a su tiempo y en la medida requerida, y sin equivocación de responsabilidades. Por eso es que no la podemos tomar como tardanza para reventarnos, comernos, explotarnos, desgajarnos unos con otros de manera impune y por siempre.
A todos nos espera enfrentarnos con esa Justicia y eso lo debemos saber todos.