Las protestas que se iniciaron el domingo en diversos pueblos del interior de Cuba, y siguieron este lunes en La Habana, representan una señal muy clara de un malestar político profundo con una administración de gobierno que sobrepasa los sesenta años.

El modelo de socialismo escogido por el gobierno cubano está, más que en una crisis coyuntural, agotado. La que en un momento fue una revolución de despertó esperanza en la juventud latinoamericana, han envejecido, se ha quedado anclada en el pasado y sus dirigentes se resisten a cambiar.

Contrario a otros modelos de socialismo, que han sabido abrirse y adaptarse para conseguir prosperidad económica para sus pueblos, en Cuba el gobierno que se autoproclama revolucionario ha fracasado en la gestión económica y mantiene obsoletas restricciones a la libertad de las personas.

Las que en un momento fueron las joyas de la revolución: la salud y la educación, hoy también están en crisis.

Desde el comienzo de las protestas del fin de semana, las consignas que se escuchan por todos lados son libertad y patria y vida.

Las personas que han salido a las calles a protestar son menores de los 62 años que tiene la revolución socialista. Es decir, nacieron dentro de la revolución y estaban llamadas a convertirse en el ciudadano “nuevo”, resultado del socialismo, de la visión solidaria, no explotada ni afectada por los prejuicios del capitalismo.

Otros países socialistas, que sufrieron peores embargos y hasta invasiones militares de EEUU y demás potencias occidentales, lograron corregir sus modelos de gobierno y conseguir la prosperidad para sus pueblos, sin renunciar a las conquistas en materia de justicia social.

Si se analiza este sólo componente, podríamos concluir que la revolución socialista del modelo escogido por el liderazgo del Partido Comunista de Cuba ha fracasado en la construcción de la nueva sociedad, sin explotación ni las injusticias propias del capitalismo.

En este socialismo hay clases sociales, rangos y jerarquías, inequidades, escasez, injusticias, represión, falta de libertad y un Estado que es el dueño de todo, y como tal lo decide todo, sin contar con la aprobación de la mayoría de la sociedad. La mayoría que se toma en cuenta es la que decide en los congresos del Partido Comunista, que es el partido único. Sin disidencia.

Las palabras del presidente de Cuba, escogido por el Partido Comunista y no por elecciones de la sociedad, indicaron que los que protestan son delincuentes y merecen una respuesta de los comunistas cubanos, los que 62 años después siguen defendiendo la revolución.

Miguel Díaz-Canel, en un acto de irresponsabilidad mayúscula, dijo en la televisión cubana que los que salieron a protestar merecían una respuesta contundente del gobierno y de los militantes del Partido Comunista. Es decir, azuzó a los leales al gobierno a enfrentar a la ciudadanía que ejercía el derecho universal a la protesta, a la disidencia.

De inmediato los agentes de la seguridad cubana, acompañados de los miembros de los CDR y de otros agentes, policías incluidos, salieron a las calles a golpear a ciudadanos empobrecidos, impedidos de protestar y afectados por múltiples dolencias, incluyendo una expansión del Covid que el gobierno no ha podido  contener, pese a que ya tiene en prueba su propia vacuna.

Los argumentos a favor de la revolución cubana, a los que recurren todos los que siguen creyendo que ese modelo de socialismo, se sustentan en que Estados Unidos mantiene vigente el embargo contra la isla, y que eso es una injusticia que ha impedido que la revolución prospere.

El embargo es un abuso, una prepotencia del gobierno de EE.UU, una injusticia, y durante seis décadas ha sido denunciado. Este medio lo ha rechazado y criticado. Pero el embargo económico no es un argumento para justificar que la revolución no haya sido eficiente creando mecanismos que superen las deficiencias más notables del régimen.

Otros países socialistas, que sufrieron peores embargos y hasta invasiones militares de EEUU y demás potencias occidentales, lograron corregir sus modelos de gobierno y conseguir la prosperidad para sus pueblos, sin renunciar a las conquistas en materia de justicia social, educación y salud. China y Vietnam son dos elocuentes ejemplos.

El reclamo de libertad es un síntoma de que el ciudadano cubano se considera en una prisión, afectado por una dictadura o un estado policial. La falta de libertad, por ejemplo, no tiene nada que ver con el embargo. En medida de desesperación el gobierno cubano cortó la comunicación de telefonía móvil y ha tratado de bloquear el uso de la internet y sus llamadas redes sociales.

Los dominicanos sufrimos en el pasado reciente regímenes abusivos, padecimos una de las más cruentas e injustas dictaduras del continente, y una de las más extensas en el tiempo. Fueron 31 años de dictadura de Rafael L. Trujillo. Los cubanos llevan el doble de ese tiempo con una revolución que no les ha permitido libertad de asociación, de movimiento, de decidir crear empresas o negocios.

Están atados a un régimen que lo decide todo por ellos, y que les niega la posibilidad de emprender. Una gran parte de los cubanos han tenido que emigrar. Millones de cubanos deambulan por el mundo, porque su tierra les niega la posibilidad de invertir, crear, mover las fuerzas productivas o asociarse empresarial o políticamente. No hay elecciones, salvo las que realiza el Partido Comunista. Miles de cubanos han adoptado nuestro suelo como su propia patria, y han sido bienvenidos. Y prosperan, algo que les está impedido en Cuba.

Las protestas del domingo y el lunes probablemente sean detenidas utilizando los mecanismos que conoce muy bien el Estado cubano. El régimen tiene experiencia en la represión, en el ahorcamiento de la libertad y en las formas retorcidas para callar a los que se indignan. Los que salen a las calles no son delincuentes, son ciudadanos comunes, personas, hombres, mujeres, jóvenes, que sienten les falta la libertad de decidir su destino.

De los 62 años de la revolución, Fidel Castro gobernó de forma absoluta más de 50 años, su hermano Raúl gobernó varios años más, y ahora gobierna Miguel Díaz-Canel, un cuadro que tuvo que demostrar su lealtad y fidelidad a la tradición y herencia del Partido Comunista, es quien continúa el régimen, sin posibilidad de cambio. Pese a su juventud, Díaz-Canel ha resultado más conservador que los hermanos Castro; la leve apertura que propició Raúl Castro, ha quedado sin efecto.

Las protestas del domingo y de este lunes recuerdan las protestas de hace 27 años. Dicen que no hay precedentes a lo que se ve en estos días o a lo ocurrido con las migraciones del Mariel. Si analizamos los gobiernos de América Latina y el Caribe, Cuba tiene el gobierno más anciano y más conservador. El gobierno de mayor inmovilidad social y política, en donde no hay posibilidad de destacarse, a menos que sea en los deportes o en las artes, y la paradójica condena es que para triunfar hay plegarse a las reglas del gobierno o emigrar.

La cosa más insólita: una de las primeras medidas del régimen contra las sorpresivas manifestaciones de protestas, fue quitar el internet, cortar todas las comunicaciones. Un pueblo incomunicado es un pueblo en confusión e impedido de tomar decisiones. La opacidad y el temor triunfan. Eso no es revolución. Por más que los apologistas quieran presentarlo como algo “nuevo”, “valiente”, “heroico”. Es una dictadura sin otro fin que la opresión y el encadenamiento de un pueblo.