El Estado como piñata. Es uno de los conceptos más utilizados por el escritor Andrés L. Mateo para referirse a un fenómeno extendido ya en la sociedad dominicana, en el gobierno y en el sistema político.
Se trata de la entrega de entidades del Estado para que sean administradas por agrupaciones políticas que fueron parte de la campaña electoral, o que se adhirieron posteriormente al gobierno, para que a través del presupuesto de esa entidad financien a sus miembros y permanezcan haciendo política con el dinero público.
El problema es que cuando se hace la entrega de una entidad pública, que tiene el compromiso de ofrecer un servicio a la ciudadanía, ese servicio desaparece y no hay dolientes que reorienten la vocación de servicio público de esas oficinas.
Por ejemplo, el INESPRE era una entidad importante, que surgió para proteger la economía popular, en especial de los más pobres, que no tenían acceso a los productos de primera necesidad. Fue uno de los gobiernos del Partido Reformista que lo fundó. Desaparecida la ley 13 de protección a la economía popular, desapareció el control de precios, entramos al libre mercado y el INESPRE perdió su razón de ser.
En vez de que se cerrara esa entidad, fue utilizada como botín político para ponerla al servicio de los oportunistas que han medrado alrededor del Estado. Varios gobiernos han entregado el INESPRE a partidos políticos para que vivan del presupuesto público. El Estado como piñata, y ahí sigue siendo devorada por los aliados políticos.
Y qué decir de Pro-comunidad, de la Comisión para el Desarrollo Barrial, de la Comisión para el Desarrollo Provincial, de Bienes Nacionales, de la Lotería Nacional, del INDRI, del Banco Nacional de la Vivienda, del Consejo Nacional de Población y Familia y de muchas otras instancias, que han sido entregadas a partidos que viven del presupuesto de la nación. El Estado como piñata.
Por eso, no es de extrañar que al salir del gobierno y de las instancias que dirigían, se descubra que en el Ministerio de Energía y Minas hubo también una piñata con los fondos públicos, y en particular con un ministerio naciente. O que lo mismo, y tal vez con más gravedad, ocurriera otra piñata en la Dirección General de Migración en los últimos 5 años. Ambas entidades eran dirigidas por los más connotados líderes de la Fuerza Nacional Progresista, uno de los grupos políticos adheridos como lapas al presupuesto del Estado.
Habrá que investigar lo que ocurría con la Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental, dirigida por el doctor Marino Vinicio Castillo, el cabeza principal de la Fuerza Nacional Progresista, un grupo de la derecha más retrograda y a su vez con mucha voracidad en el consumo del presupuesto nacional. El Estado como piñata.
Esa práctica pareciera que se extiende en las instituciones públicas, pues el gobierno del presidente Danilo Medina ha ampliado el concepto, no ha exigido rendición de cuentas -vinculado a su programa de gobierno- a esos partidos aliados, y ahora con la propuesta de reelección se amplían las posibilidades de extender la entrega de instancias estatales a los aliados.
En esa nueva piñata entrará ahora el Partido Revolucionario Dominicano, al que se le habrán prometido instituciones públicas, consulados, embajadas, y posiciones electivas para las elecciones del 2016, al posibilitar que Danilo Medina sea el candidato presidencial por el PRD en la boleta número 1, seguido de su aparición en la boleta número 2, del PLD, y en la boleta 3 del Partido Reformista Social Cristiano. Esa magia política cuesta mucho dinero, y está vinculada con el Estado como piñata.
Algo elemental que pudiéramos sugerir al gobierno, y en particular al presidente Medina y a su equipo más cercano, es que se pida rendición de cuentas a los aliados políticos que dirigen entidades públicas, más allá de las formalidades de la Cámara de Cuentas o de la Contraloría General de la República.
Cada instancia del Estado camina en una dirección diferente, y más si es dirigida por un aliado que no piensa más que en el asistencialismo, el clientelismo y en permitir que sus socios del ventorrillo que integran también saquen ventajas. Y se olvidan del deber que tienen como funcionarios públicos. Hay que poner fin al Estado como piñata, aunque sea pidiendo rendición de cuentas.