La democracia solo es posible con la existencia de ciudadanos conscientes y comprometidos con la existencia de instituciones que garanticen el poder ciudadano. Por ejemplo, la existencia de instituciones electorales que respeten y hagan valer el voto de los ciudadanos, y la existencia de organismos judiciales que hagan respetar las leyes y la Constitución.
El ciudadano común, organizado y exigente, es una garantía del respeto a las normas democráticas. Eso explica y justifica las Juntas de Vecinos, las Asociaciones de estudiantes, de mujeres, de comerciantes, los partidos políticos, las iglesias y todas las instancias que hacen valer sus derechos y que han producido leyes de protección y aplicación del régimen participativo.
Hay quienes han llegado a hablar de ciudadanización de la democracia, en que la voz del pueblo tiene gran vigencia, y con frecuencia se consulta a los ciudadanos mediante procedimientos regulares y transparentes. De ese modo se evita el secuestro de las instituciones democráticas. Por ejemplo, el Congreso Nacional representa un poder del Estado, y los legisladores son delegados de una sociedad que los ha elegido para representarlos. Eso no representa una carta blanca para que los legisladores hagan todo cuanto les de la gana. Algunos países tienen la posibilidad de la derogación del poder delegado. La revocación como instrumento jurídico no está establecido en el sistema democrático dominicano.
La democracia dominicana muchas veces parece una simulación, un juego, un engaño en que los políticos se salen siempre con las suyas y los demás, empresarios, profesionales independientes, son convidados y tontos útiles, sujetos de la estafa disfrazada con disposiciones legales emanadas del Congreso y sancionadas por los organismos judiciales. Esa es la democracia. El régimen en que los más hábiles engatusan a los menos preparados, y en que un partido político puede considerarse dueño absoluto del poder, de las instancias democráticas, y está autorizado y en condiciones de designar a sus miembros legalmente, sin que los demás tengan posibilidad de reclamar derechos. Para con la Junta Central Electoral, con la Cámara de Cuentas, con el Tribunal Superior Electoral, con la Suprema Corte de Justicia o con el Tribunal Constitucional. A la vista de todos y todas. Ya lo veremos de nuevo.