El presidente Leonel Fernández está preocupado por la especulación internacional con los precios de los alimentos y de los combustibles. No le falta razón. Esa práctica aumenta el número de pobres en el mundo, hace crecer el hambre, el desempleo y contribuye al fracaso de los proyectos de justicia distributiva y social, como los Objetivos del Milenio.

El presidente se ha dado una ardua tarea, y está interesado en que la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronuncie sobre su petición, en el sentido de que los países de las economías más poderosas adopten políticas contra la especulación de los productos. En el criterio del presidente Fernández, de seguir la especulación se podría estar socavando la gobernabilidad planetaria.

“Lo preocupante es que las condiciones que hicieron posible el aumento del precio del petróleo y de los alimentos, por vía de la más abominable forma de especulación, no han  desaparecido; y por lo tanto, estamos a expensas de que este fenómeno se repita de modo recurrente”, dijo el doctor Fernández en su disertación de esta semana.

El presidente tiene razón, pero al mismo tiempo debe sentirse satisfecho por el apoyo que ha recibido su propuesta de los gobernantes y personalidades que han respondido a las peticiones de apoyo de la República Dominicana.

Tal vez el conjunto de países que se reúna en la Asamblea de Naciones Unidas brinda su apoyo y ese organismo hace un pronunciamiento en atención a la petición del presidente dominicano. Sería un gran triunfo político para Leonel Fernández y para el país.

Mientras tanto, hay muchos temas globales que también afectan a los pobres y a los países de mayor población. Ha habido muchos pronunciamientos de las Naciones Unidas y de las personalidades del mundo político, intelectual y artístico. Y nada cambia. Si ocurriera lo mismo con la idea del presidente, entonces estaríamos en la posibilidad de sufrir un gran desengaño y de gastar recursos promoviendo una lucha contra un fenómeno que es parte esencial del capitalismo y del libre mercado, tan en boga en estos tiempos.

Por ejemplo, hay mil millones de personas en el mundo sin acceso a agua. Y eso lo sabe Naciones Unidas y los países desarrollados del mundo. Estos datos los ofreció recientemente Sergio Franca Leao, en una conferencia patrocinada por Odebrecht sobre sostenibilidad.

Hay 2,600 millones de personas sin acceso a agua con un saneamiento adecuado.

Cada año mueren en el mundo 1,800 millones de personas por diarreas, vinculada con la falta de sanidad y de acceso a agua potable. El 90% de los que mueren son niños de hasta cinco años de edad.

La quinta parte de la población mundial es analfabeta absoluta. Este es uno de los más graves problemas del mundo, porque el analfabetismo es sinónimo de pobreza permanente y se carece de posibilidades de salir de vivir en condiciones prácticamente primitivas.

Un total de mil millones de personas en el mundo sufren desnutrición.

Celebramos que el presidente se preocupe e impulse un pacto global contra la especulación. Debía ocuparse también de las graves desigualdades internas en la República Dominicana, en donde tenemos una distribución del ingreso altamente desigual, en donde hay serios problemas de educación, de desnutrición, falta de credibilidad de las instituciones públicas, carencia de agua y muchas otras fallas que corresponden al Estado resolver o paliar.

Solo hay que ver los indicadores del Informe de Competitividad Global, del Foro Económico de Davos, en el que quedamos mal parados, y en varios renglones en último lugar en una lista de 142 países.

Más atención y más urgencias tienen los problemas internos que los problemas internacionales que han subsistido por cientos de años, y no han podido resolverse. Una forma de contribuir con el combate a la especulación internacional es crear las condiciones para que no haya especulación local, que esa sí daña directamente los estómagos de los dominicanos. Y Aquí si tiene amplio campo para triunfar.