El presidente Michel Martelly ha insistido, pese a todos los pronósticos de ilegalidad y de crisis institucional, en que las elecciones de segunda vuelta para escoger al nuevo presidente de su país se realicen este domingo 24 de enero de 2016.
Ha sido persistente Martelly en imponer al candidato de su partido, Juvenal Moise, para que le sustituya en la presidencia de Haití, luego de hacer intentos para que fuera su esposa la sucesora del poder. El candidato oficialista es un exportador de banano, desconocido políticamente, pero llevado de la mano del presidente Martelly se impuso en la primera vuelta electoral con un 32% de los votos. La oposición denunció un fraude, se creó una comisión especial para estudiar las denuncias, y apenas se pudo verificar el 17% de los votos, y la conclusión fue que hubo numerosas irregularidades que afectaron la calidad de la elección.
Martelly insiste en que haya elección este domingo, pese a que varios miembros del Consejo Provisional Electoral de Haití han renunciado, y pese que Jude Celestin, el candidato de la oposición que resultó con el segundo lugar, con un 25% de los votos, ha exigido corregir las irregularidades, y que de lo contrario no irá a las elecciones. Y no va al proceso de este domingo.
Celestin ha dicho que en vez de una elección, lo que habrá es una selección del candidato oficialista, quien carecerá de legitimidad y no podrá gobernar. La violencia ya se ha hecho sentir en Haití. Varios centros oficiales de la Comisión Provisional Electoral han sido incendiados, y las manifestaciones públicas se expanden por todo el país.
El senado haitiano, precariamente instalado, debatió el tema de las elecciones y una decisión de 15 contra cero, sugirió posponer las elecciones del 24 de enero. Pero el Gobierno de Martelly sigue su camino hacia la profundización de la crisis.
El papel de la comunidad internacional es fundamental. Minustah, las fuerzas de Naciones Unidas en Haití, aspiran a una solución política. Funcionarios importantes de Estados Unidos han realizado esfuerzos para un entendimiento, pero no han logrado nada. Ni Martelly y Moise ceden en sus pretensiones, ni Jude Celestin y el llamado Grupo de los 8, en representación de toda la oposición, tampoco cede.
¿Habrá elecciones en Haití?: No se sabe, es una incógnita en las últimas horas. Las presiones y conversaciones no avanzan. Martelly está obligado a dejar el poder el 7 de febrero de 2016, en apenas dos semanas. La violencia va ganando espacio. Si se produjera la selección de Juvenal Moise como presidente una gran parte de los haitianos lo rechazará. Todo el mundo sabe que Haití vive en medio de una tragedia. Un presidente sin legitimidad en su elección no obtendrá apoyo financiero de la comunidad internacional. Haití tiene un presupuesto que es financiado en un 70 por ciento por esa comunidad, con donaciones. El cuadro no puede ser peor. El presidente títere de Martelly no podrá echar adelante ningún proyecto que inspire esperanzas para los haitianos.
El estado de ánimo de los haitianos no puede ser de más desconsuelo y devastación. Un país en la más espantosa miseria, un país destruido por un terremoto hace seis años, y su dirigencia no tiene la capacidad de ponerse de acuerdo para realizar una elección presidencial. Carecen de unidad de propósitos, porque los intereses particulares están por encima de los intereses comunes. Es una tragedia. Su clase pensante -en gran mayoría- ha tenido que abandonar el país. Sus grupos empresariales no invierten en Haití sino en el exterior, una gran parte desconfía de los presidentes que han gobernado luego de la caída de la dictadura de los Duvalier.
Hace falta mediadores con poder de convencimiento, y muy especialmente en el plano local. Tal vez las iglesias pudieran conseguirlo. Los representantes católico y evangélicos en la Comisión de Supervisión del proceso electoral se retiraron. Por tanto parecieran estar descartados. Los grupos empresariales tienen poca influencia, como sindicato por ejemplo, que reúne a los poderosos de la economía haitiana. Estados Unidos, que financia una gran parte del país, y del proceso electoral, ha estado entrampado en un dubitativo apoyo al proceso electoral y ha intentado convencer a Jude Celestin para que acuda a las elecciones, sin éxito.
La suerte está echada. Si no hay elecciones seguirá la crisis, con posibilidad de un acuerdo político a largo alcance. No se sabe como se resolvería la sustitución de Martelly el 7 de febrero. Y si hay elecciones vendrá un gobierno ilegítimo, cuestionado y enfrentado por la oposición, con mucha violencia en las calles, y una situación impredecible para el país. Ese es el drama de Haití en las últimas horas.