La velocidad del cambio es tan vertiginosa como la mutación de los números que a diario nos dicen sobre la situación local e internacional del Coronavirus. Día a día, expectantes, oímos y observamos cual es la calamidad en salud, que nos traerá, de manera inevitable, transformaciones en la vida económica y social. Incluso, desde ya, en las nuevas formas de relacionarnos, de interactuar y codificar nuestro entorno. Ahora se recomienda abandonar el apretón de manos, que por miles de años se ha mantenido en la cultura occidental como signo de acuerdo, de respeto, de pacto.

Repensar la vida rápidamente. A eso estamos desafiados. Tendremos que acuñar el concepto de equifinalidad que significa que a un mismo lugar, a un mismo objetivo, podemos llegar por diferentes caminos. La mentalidad psicorrígida no tendrá lugar ni espacio. Objetivos, metas, medios y fines se entrecruzan para encontrar un equilibrio, donde la dimensión humana sea el puente y el eje central, el protagonista principal.

En el mundo el Coronavirus tiene confirmados 1.601.018; muertes: 95.718 y curados: 354.972.

En Estados Unidos, confirmados: 465.750; muertes: 16.684 y curados: 25.960.

En nuestro país, confirmados: 2,349; muertes: 118, curados: 80 y muestras procesadas: 7,151.

Tenemos una tasa de letalidad de 5% y una de recuperación de tan solo 3.4%. En España la tasa de sanados representa un 30%, en Japón un 32%, en Chile un 14% y la tasa de letalidad es de apenas un 0.8%. ¿Qué ocurre en nuestro país que no nos permite dar el salto positivo y desbrozar esta cruda realidad? La falta de confianza, el capital social más significativo que abre los abrazos que hemos perdido.

La cantidad de muestras procesadas, apenas 7,151. Una suma de un mes y 8 días que significa el alcance de un solo día en otros países. Ahí está nuestro caballo de Troya que lleva a mucha gente inteligente a internalizar que el número de dominicanos y dominicanas con el virus es mucho, pero mucho más alto, así como las defunciones, por tan espantosa pandemia.

La crisis sanitaria es una crisis que ha de traernos una forma de pensar, de construir, para facilitar la existencia de lo más preciado de la naturaleza, la vida. Nuevas hebras surgirán y la acotación de la rigidez mental y del sentido del poder se horizontarán en la búsqueda de un mejor camino del objetivo común.

¡Que las llagas del virus se acogoten aun sea por la tempestad del cambio y en este Viernes Santos la celebración de la muerte de nuestro Señor Jesucristo, nos permita entender que solo somos un soplo en el planeta y que el espacio de la solidaridad, de la cooperación y la unidad nos hace fuertes e imbatibles!

El COVID 19, como paradoja, nos está haciendo comprender el sentido de la vida en este mundo que hemos ido fraguando, allí donde el mercado predomina sobre los seres humanos. Una nueva esperanza en medio de dolor se augura, una mejor combinación del Estado, la sociedad y el mercado.