El 9 de noviembre pasado, hace tres semanas, Todd D. Robinson, subsecretario de los Estados Unidos para la Lucha contra el Narcotráfico, visitó Puerto Príncipe y dijo que ni su país, ni la comunidad internacional, intervendrían para restablecer la estabilidad política y de seguridad de Haití, y que debían ser los propios haitianos los que hicieran el trabajo contra las bandas y contra los secuestros que se suceden a diario en Haití.
Robinson llevo a Haití una donación de 60 vehículos y 200 equipos de protección a la Policía Nacional de Haití. Al parecer esa era la contribución de los Estados Unidos.
Las palabras de Robinson en la embajada de los Estados Unidos en Puerto Príncipe fueron las siguientes:
"Al final de cuentas, no va a ser la comunidad internacional la que venga al rescate de Haití. Van a ser los haitianos, van a ser las autoridades haitianas, va a ser la Policía haitiana quienes van a ser responsables de la seguridad en el país”.
Al día siguiente, el 10 de noviembre, las bandas armadas iniciaron un ataque armado al Palacio Nacional de Puerto Príncipe, y de inmediato se reactivaron las actividades de promoción del jefe del G9, Jimmy Cherizier, alias Barbecue, quien ha devenido en una especie de emancipador de los más pobres y de los barrios marginados de Puerto Príncipe, donde se presenta como un redentor, armado y protegido por seguidores que dicen ser leales al pensamiento del sacrificado presidente Jovenel Moise.
El 1 de diciembre Todd D. Robinson compareció ante la comisión de relaciones exteriores del Senado de los Estados Unidos, y dijo lo contrario de lo que había dicho el 9 de noviembre.
Cuestionado por el senador Bob Menéndez, demócrata de New Jersey, Robinson dijo que ahora es imprescindible la acción de organismos internacionales en Haití. Dijo que la Policía de Haití trabaja y necesita tiempo para estar preparada para hacer frente al desafío de las bandas armadas, pero que ahora no está en condiciones de ofrecer seguridad a los haitianos.
"Nosotros estamos trabajando muy estrechamente con la Policía Nacional de Haití (PNH) y estaremos enviando asesores. Cuando estuve allá (en Haití, un par de días de la primera semana de noviembre) entregué materiales" para reforzar la capacidad policial, dijo en alusión a vehículos y chalecos antibalas. Nada más claro, para saber que Estados Unidos está cambiando de postura sobre Haití.
Todd D. Robinson fue cauto ante la comisión senatorial y no dijo cómo será que Estados Unidos y la comunidad internacional ayudarán a Haití. Tal vez aún no tengan un plan, pero lo importante es que han desechado la idea de abstenerse y permitir que las bandas armadas tomen el poder en Haití.
Robinson admitió que la inseguridad de los ciudadanos y la violencia es el principal problema que sufre Haití en este momento. No hay presidente, no hay congreso legislativo, no hay un organismo de justicia, y el gobierno es precario, presidido por un primer ministro con escaso poder e incidencia, y unos partidos fragmentados.
Expresó Robinson al senado que la violencia de las bandas delictivas "se ha convertido en la principal preocupación en Haití" y que estas se expanden y se han tornado más influyentes y con mayor presencia geográfica, "incluido el control de casi el 50 por ciento del área metropolitana de Puerto Príncipe”. Esa es la realidad de un país que ha tenido la influencia absoluta de los Estados Unidos desde principios del pasado siglo, con intervenciones militares incluidas.
Entre el 9 de noviembre y el 1 de diciembre han pasado tres semanas. 20 días que han sido cruciales para obligar a Estados Unidos a repensar su estrategia respecto a Haití, en un momento en que varios países de América Latina se van tornando hacia la izquierda con gobiernos previamente dirigidos por derechistas y que en los últimos meses se han volcado hacia la izquierda, como Perú, Honduras, Bolivia, México y el 19 de diciembre previsiblemente Chile, dejando de lado los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y tomando seriamente las tendencias electorales en Brasil, donde Luis Ignacio Lula parece el favorito para ganar las elecciones.
El cuadro político en Haití es que no hay liderazgo, y que hasta un izquierdista pudiera ganar unas elecciones, o un tal Jimmy Barbecue, si le permiten ser candidato.