La estadística más difícil de mover, en las últimas décadas en la República Dominicana, es la del inicio de la primera relación sexual. Los jóvenes y las jóvenes dominicanos se inician en las relaciones sexuales a los 12 o 13 años, y eso explica la alta tasa de embarazos en adolescentes que tiene el país, que pese a todas las preocupaciones y discursos, no baja y expone continuamente a las adolescentes a riesgos de muerte, al abandono de sus estudios y al círculo de la pobreza, amén de que también incrementa los abortos.
La explicación de que ese drama se mantenga inamovible es que en República Dominicana no existe educación sexual en las escuelas. El Estado no ha asumido una decisión seria y responsable, y el Ministerio de Educación no se ha ocupado de implantar la educación sexual. La presión mayor la recibe el Estado de parte de los grupos conservadores de las iglesias, tanto católica como evangélicas.
Negar la educación sexual en las escuelas es uno de los mayores desatinos del Estado dominicano. Se pierde una gran oportunidad para que aumente la edad de entrar en la primera relación sexual y para reducir los embarazos en adolescentes. La política del Estado es expulsar de las aulas a las adolescentes embarazadas. En ocasiones las envían a la educación nocturna.
La prédica de las iglesias es que sean los padres y las madres quienes se encarguen de la educación sexual, que el Estado no debe intervenir en esta materia. Y con ese predicamento imponen a toda la sociedad esta pesada carga de las muertes maternas por adolescencia, de las niñas pariendo en los hospitales, y hasta de las que intentan abortos en circunstancias absolutamente inseguras.
Estos grupos religiosos o fundamentalistas no quieren ni siquiera que haya apoyo para las adolescentes o las mujeres que resultan embarazadas por una violación sexual, por un incesto, por una malformación fetal o cuando la vida de la madre está en peligro. En realidad desean imponer una postura clerical al conjunto de la sociedad, y la irresponsabilidad del Estado conduce a una especie de vacío que pocos se atreven a intentar llenar.
La Asociación Dominicana Pro Bienestar de la Familia (PROFAMILIA) tiene 50 años trabajando el tema de la salud sexual y reproductiva y los derechos sexuales. Y desde 1984 ha venido trabajando en la formulación de un manual de educación sexual que pueda servir, sin mayores contradicciones, con ese vacío que no llena el Estado ni las Iglesias.
Dejar que las adolescentes y los adolescentes despierten sexualmente y entren en relaciones a temprana edad, sin información adecuada, sin orientación sobre las enfermedades y los riesgos a los que se exponen, sin conocimiento sobre la existencia de métodos anticonceptivos, es un desatino que alguna vez el Estado deberá resolver.
Dejarse llevar por el chantaje político y religioso es una irresponsabilidad del Ministerio de Educación, y resulta en un daños irreparable para miles de jóvenes, varones y hembras, que han sido padres y madres y que están a punto de serlo, porque se convirtieron en activos sexualmente y nadie les orientó sobre los riesgos a los que se exponían.
Hace 19 años PROFAMILIA sacó una avanzada versión de su manual de educación sexual, llamado Hablemos, y lo validó con profesionales de varios ministerios y con organizaciones nacionales y extranjeras. Ese Manual se ha reproducido ya muchas veces. No es un texto oficial ni el Ministerio de Educación lo recomienda o lo utiliza. Es un documento que debía ser oficializado como texto para toda la educación primaria e intermedia, como eje transversal. Pero no, los grupos religiosos fundamentalistas ahora descubren que ese texto incita a “relaciones sexuales desviadas”. Han llegado muy tarde a conocer la existencia del manual, pero además, no lo han leído o quienes lo leyeron desconocen lo que dicen.
El momento es oportuno para exigir al Estado que asuma su responsabilidad con la educación sexual en las escuelas, para que se haga lo que nunca se ha hecho en esta materia, y comiencen a aplicar políticas públicas responsables, que muevan las estadísticas de inicio de la primera relación sexual y de embarazos en adolescentes de los lugares en que han estado, en los más altos del continente. Para comenzar a cambiar, por el bien del país.