Juan Pablo Duarte, el fundador de la República Dominicana, se enfrentó a los haitianos en procura de la separación entre las dos naciones que comparten la isla La Española, y no expresó odio o racismo o algún otro sentimiento innoble como ser humano contra los ciudadanos de Haití o contra los gobernantes de ese país.

Quienes hoy se llaman nacionalistas y seguidores de Juan Pablo Duarte no pueden utilizar el pensamiento duartiano para inyectar a los ciudadanos dominicanos el odio que transmiten en sus mensajes por diversas vías. Somos dominicanos, y seguiremos siendo orgullosamente dominicanos, y Duarte seguirá siendo el mejor ejemplo de los luchadores por nuestra libertad, pero sin odio y sin racismo, y sin abusar manipulando la historia ni los datos que de ella se desprenden.

Duarte vivió la mayor parte de su vida en el exilio, perseguido por los gobernantes dominicanos que se aprovecharon de su lucha y sacrificio para mancillar la patria, y perseguir a los Trinitarios. Incluyendo el fusilamiento de algunos de ellos.

Juan Pablo Duarte vivió y murió en el exilio, pobre y olvidado. Otros países lo recibieron y le dieron albergue. Venezuela, la tierra de Simón Bolívar, fue su segunda patria y allí murió, y sus restos desde Venezuela fueron trasladados a la capital dominicana. El presidente de entonces ni siquiera participó en la recepción de los restos del patricio. Lo recibió el ayuntamiento del Distrito Nacional.

La figura de Duarte no puede ni debe servir de bandera para los racistas y anti-haitianos que proclaman que aquí hay una “invasión pacífica” de haitianos para robarnos la soberanía.

Esos grupos que tanto abominan de los haitianos y que se proclaman nacionalistas no protestan ni se indignan ante los Estados Unidos, que ha sido la potencia que en tres ocasiones nos ha intervenido económica y militarmente (1905, 1916 y 1965). Y que sigue siendo la potencia con la que mantenemos relaciones de dependencia.

Hacer hoy proclamas y campañas de odio contra los haitianos, y contra los dominicanos de origen haitiano es una forma de manipulación burda y abusiva. Es una agitación para que el gobierno se vea tentado a violentar los derechos humanos. Y lo que sería mucho peor: provocar que personas ingenuas, confundidas por esa campaña de odio, se convenzan de que odiando, rechazando y hasta atacando con violencia física a quien consideren haitiano estarían practicando el patriotismo.

Y eso no podemos permitir que ocurra. Los dominicanos hemos sido criticado con dureza por la comunidad internacional, porque se han adoptado decisiones que desdicen de nuestra prédica democrática. Podemos defendernos de los ataques si mantenemos una postura de respeto a los dominicanos de ascendencia haitiana y si respetamos a los migrantes. Nunca con exageraciones y extremismos.

Si acogemos las campañas de odio generaremos nuevas críticas sobre nosotros. Esa es la realidad. Por más presión que se quiera hacer al gobierno con este tema, habrá que esperar que las autoridades mantengan la vigilancia, que no se dejen provocar ni hagan caso a quienes propalan –contra la realidad histórica– que entre los pueblos dominicano y haitiano no es posible ningún tipo de diálogo, entendimiento ni relación armoniosa.

Este pensamiento de Juan Pablo Duarte no puede quedarse en el olvido en este momento, en especial frente a los que atizan el odio y el racismo:

Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo como los vence y como sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente.  Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor; pero los dominicanos, que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre, ¿Lo habrán hecho para sellar la afrenta de que en sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano? ¡No más humillación! ¡No más vergüenza! Si los españoles tienen su monarquía española, y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han construido la República Haitiana, ¿Por qué han de estar los dominicanos sometidos, ya a la Francia, ya a España, ya a los mismos haitianos, sin pensar construirse como los demás? ¡No, mil veces! ¡No más dominación! ¡Viva la República Dominicana!”.