Juan Pablo Duarte representa lo más alto del ideal patriótico dominicano. Nadie puede discutirle que fue el más entregado y el más dedicado a la causa de la patria. Su juventud no le impidió conservar la madurez para hacer frente a las traiciones y sacrificios que demandaba la patria.
Duarte jamás pidió nada a la patria. Lo entregó todo por ella, incluyendo el sacrificio propio y de su familia. Cuando Los Trinitarios necesitaron dinero Duarte pidió a su madre y hermanos vender la casa familiar para disponer del dinero de la venta para los trabajos políticos por la patria. Prometió reponer a sus hermanos la parte que le correspondiera, pero con el trabajo personal suyo.
Juan Pablo Duarte fue declarado traidor a la patria, se ordenó su apresamiento y hasta se dejó en libertad a cualquier ciudadano que lo encontrara de matarlo, si retornaba al país. Los políticos de entonces aborrecían de Duarte, lo irrespetaban como a ningún otro, y también llegaron a impedirle que luchara por la causa de la patria cuando se produjo la anexión a España.
El alma dominicana, como ha dicho un reconocido periodista, está afectada por esa historia de traiciones, de negación democrática, de uso clientelar y despótico del Estado, en especial contra los que han querido sentar el sentido de justicia, equidad que intentó sembrar Juan Pablo Duarte.
Cuando falleció, en 1876, Duarte apenas contaba con 63 años. Veinte de sus años los pasó viviendo en el exilio, perseguido y agredido por los gobiernos del país que hizo brotar su pensamiento y su obra.
Este sábado en que se cumplen 200 años del nacimiento de Juan Pablo Duarte, lo reverenciamos con el siguiente comentario: