La República Dominicana se inundó de agua por las lluvias constantes de la madrugada de este martes. Truenos, relámpagos, lluvias inquietaron a la sociedad dominicana. Con toda razón.

Fue dramático ir descubriendo en horas de la madrugada, y luego en la mañana del martes, que las lluvias habían penetrado por los intersticios menos insospechados, y además de inundar calles, casas, estacionamientos y hasta las principales vías de la ciudad capital, también había penetrado en edificaciones sólidas, edificios multifamiliares y torres de altísimo valor monetario.

Una tragedia que hasta el momento no se ha reportado que haya cobrado algunas vidas, como ocurrió recientemente en Japón, donde las inundaciones cobraron la vida de por lo menos 155 personas.

A diferencia de Japón, en donde hay costumbre de limpieza e higiene, y autoridades con más compromiso con la limpieza de las ciudades, en la República Dominicana la basura es parte de nuestra vida cotidiana, y en cualquier calle o esquina hay cúmulo de basura, que crece durante la semana, y si llueve la basura se suma a los desechos que penetran y tapan las escasas alcantarillas de las ciudades con drenaje. Es una situación penosa, que en algún momento debemos comenzar a hacerle frente con seriedad.

No es la primera vez que nos ocurre, pues estamos en la ruta de los huracanes y las tormentas tropicales. Las lluvias intensas son parte de nuestra cotidianidad. Pero este lunes en la madrugada descubrimos que hasta los edificios con apartamentos de altos costos sobre débiles en las medidas de protección contra las inundaciones. Estacionamientos repletos de vehículos de alto costo inundados, escaleras y espacios comunes de edificaciones en el polígono central, en Bella Vista, en Piantini, Naco, entre otros lugares, quedaron inundadas e imposibilitaron que una parte de los ciudadanos residentes en las zonas de alto costo también se inmobilizaran.

Ya no se trata de los barrios cercanos los ríos Isabela y Ozama, y los que se encuentran e la orilla del Yaque del Norte en Santiago. Las inundaciones se produjeron como parte de un pequeño diluvio que no cesó la madrugada de este lunes.

Juan Bosch escribió un cuento titulado Dos Pesos de Agua, en que cuenta la historia de la vieja Remigia, que vive en la comunidad rural de Paso Hondo, en donde la sequía ha crucificado a esa comunidad. Doña Remigia reza y compra velas, se gasta dos pesos, para que las ánimas envíen agua a Paso Hondo.

Fueron dos pesos de agua, y ser les fue las manos a las ánimas con el agua que enviaron. Como la madrugada de este lunes a Santo Domingo y otras ciudades del país.

Juan Bosch lo dice de este modo:

En su rincón del Purgatorio, las ánimas, metidas de cintura abajo entre las llamas voraces, repasaban cuentas. Vivían consumidas por el fuego, purificándose; y, como burla sangrienta, tenían potestad para desatar la lluvia y llevar el agua a la tierra. Una de ellas, barbuda, dijo:

-¡Caramba! ¡La vieja Remigia, de Paso Hondo, ha quemado ya dos pesos de velas pidiendo agua!

Las compañeras saltaron vociferando:

-¡Dos pesos, dos pesos!

Alguna preguntó:

-¿Por qué no se le ha atendido, como es costumbre?

-¡Hay que atenderla! -rugió una de ojos impetuosos.

-¡Hay que atenderla! -gritaron las otras.

Se corría la voz, se repetían el mandato:

-¡Hay que mandar agua a Paso Hondo! ¡Dos pesos de agua!

-¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!

-¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!

Todas estaban impresionadas, casi fuera de sí, porque nunca llegó una entrega de agua a tal cantidad; ni siquiera a la mitad, ni aun a la tercera parte. Servían una noche de lluvia por dos centavos de velas, y cierta vez enviaron un diluvio entero por veinte centavos.

-¡Dos pesos de agua a Paso Hondo! -rugían.

Y todas las ánimas del Purgatorio se escandalizaban pensando en el agua que había que derramar por tanto dinero, mientras ellas ardían metidas en el fuego eterno, esperando que la suprema gracia de Dios las llamara a su lado.

Fue terrible la tragedia.

Falta ahora que las autoridades, los constructores de viviendas del sector público y del sector privado, los diseñadores de avenidas y carreteras, los responsables de limpieza de los municipios, tomen en cuenta este factor pocas veces entendido y asumido con responsabilidad: Una lluvia intensa, por varias horas, y hasta por varios días, puede representar una tragedia mayor que la intensa sequía de varios meses.

Les dejamos el cuento de Juan Bosch, para que termine de leer cómo acaba la historia de la vieja Remigia, de Paso Hondo, y las ánimas animadas a seguir dando agua hasta completar dos pesos.