Donald Trump ha iniciado su presidencia cumpliendo con algunas de las más enfáticas promesas de su campaña electoral. Firmó una orden ejecutiva excluyendo a su país del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), del que forman parte otras once naciones. Y ya anunció que sostendrá a finales de este mes reuniones con los mandatarios de Canadá y México, para comenzar un replanteamiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o, según sus siglas en inglés, NAFTA), que comenzó su vigencia hace 20 años.
Como las políticas del nuevo presidente están centrada en un nacionalismo económico, que parece contar con las simpatías de las masas trabajadoras de Estados Unidos, está claro que los acuerdos de libre comercio que ha firmado Estados Unidos reducirán significativamente su importancia, incluyendo el acuerdo firmado por el coloso del norte con los países de Centroamérica y República Dominicana, conocido como Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y Estados Unidos (DR-CAFTA por sus siglas en inglés), y que iniciara en el año 2007.
Fue un acuerdo al que se adhirió la República Dominicana, y en el que Estados Unidos, los países de Centroamérica y la República Dominicana dispusieron de sus mejores técnicos y economistas para lograr las mejores condiciones en una apertura condicionada de mercados, permitiendo que capitales de cada uno delos países compitieran en condiciones de libre comercio, con reducción de impuestos y beneficiándose de las ventajas comparativas que ofreciera cada una de las naciones que decidieron adherirse.
La negociación dominicana se inició luego de los esfuerzos del entonces presidente Hipólito Mejía para formar parte de la negociación mediante un anclaje con Centroamérica. Duró varios años el proceso se firmó en 2007, bajo la presidencia del doctor Leonel Fernández.
Esos acuerdos previeron muchos cambios en nuestra economía y en nuestro sistema impositivo. Se pensaba que esta apertura permitiría a la República Dominicana mejorar su sistema energético, ampliar las ventajas para la inversión extranjera y mejorar la calidad de nuestra producción exportable, más allá de los productos elaborados en las empresas de zonas francas.
Lamentablemente los gobiernos que hemos tenido fracaso en crear esas condiciones. La educación de la población sigue con calidad pobre, la capacidad de nuestro sistema de enseñanza técnica es deficiente, la generación eléctrica continúa siendo deficiente, e institucionalmente mantenemos un sistema clientela, de prebendas y de corrupción que nos atrasa y nos convierte en una opción solo apetecible para los piratas extranjeros que están dispuestos a violar todas las normas de comercio local e internacional, siempre que los burócratas estatales les faciliten la apertura de sus ilegalidades.
Leonel Fernández, ex presidente dominicano, ha dicho que los acuerdos del RD-CAFTA no han favorecido a la República Dominicana, y que si Donald Trump desea replantear el NAFTA con México y Canadá sería bueno que también nosotros propusiéramos rediscutir el RD-CAFTA, porque no nos ha convenido.
La lógica del doctor Fernández podría ser correcta. Aprovechar las nuevas políticas de Trump para introducir los cambios que oculten nuestras propias deficiencias. No hemos cumplido con los supuestos que nos planteamos como sociedad, y por los que incluso hubo que dotar al país de una Estrategia Nacional de Desarrollo, con miras al 2030. Con un presidente como Donald Trump será imposible discutir cualquier cambio que beneficie a la República Dominicana en ningún acuerdo comercial. Lamentablemente es así, y en su discurso del 20 de enero Trump dijo que en todos sus actos de gobierno está presente que primero es para Estados Unidos, y lo repitió tres veces.
Estados Unidos mantuvo los subsidios a los productores agrícolas, y los productores nacionales compiten con productos agrícolas de un país superdesarrollado, con las mejores tecnologías y con el apoyo del gobierno. Aquí había que crear las condiciones, y lo que hemos hecho es destrozar la producción agropecuaria, sin investigación, sin recursos para enfrentar enfermedades que ya son congénitas en nuestros campos agrícolas, como la roya del café o la sigatoka y el mal de Panamá de las musaceas.
No parece buen consejo ponerse a discutir acuerdos de libre comercio con un señor Trump que ha dicho y reiterado que esos son los peores acuerdos que ha firmado Estados Unidos en toda su historia.