Rafael Blanco Canto, presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) ha vuelto a dar en el blanco. Su presentación en la Cámara Americana de Comercio, del pasado miércoles, no deja lugar a dudas sobre el convencimiento del sector empresarial de que el proceso electoral del pasado 15 de mayo representó un colapso para el sistema democrático.
No podía ser más oportuno el discurso de Blanco Canto, al ofrecer una visión crítica, responsable, desprejuiciada, de la situación política del país y la necesidad de fortalecer los mecanismos democráticos antes de que lleguemos a una condición de insostenibilidad.
Nadie puede descalificar al presidente del CONEP, por ejemplo, acusándole de favorecer a la oposición política o de haber enfilado los cañones contra la Junta Central Electoral. El CONEP ofreció su apoyo y dijo confiar en la JCE, en los momentos más difíciles del proceso que culminó el pasado 15 de mayo.
Hace falta que todo el sector empresarial haga fila con la posición expresada por Rafael Blanco Canto. No por rencor, ni por oposición al gobierno recién electo, sino por defensa justo de la sostenibilidad democrática del país.
Blanco Canto habló de cuatro pilares indispensables, en lo inmediato, que pudieran ser parte de un pacto político o de un entendimiento entre el gobierno y los sectores de la sociedad consientes y dispuestos a producir un salto cualitativo en nuestro sistema político. La oposición ya ha reclamado los elementos mencionados por el presidente del CONEP.
El primer pilar señalado por Rafael Blanco Canto es una nueva ley electoral que disponga reglas claras, que evite el uso y abuso de los recursos del Estado y garantice un proceso equitativo en el uso de los medios de comunicación.
El segundo lugar dijo que hace falta una ley de partidos políticos que disponga procesos institucionales para la selección de los candidatos a posiciones electivas. Los partidos demostraron que no son capaces de administrar democráticamente sus procesos internos, de modo que su militancia tenga la garantía de obtener lícitamente las posiciones que se someterán al soberano, incluyendo la presidencia de la República.
El tercer elemento no es necesariamente político, pero bordea su frontera, porque se trata de la aprobación de una propuesta que cursa en el Congreso y que ha sido olvidada por los legisladores: La Ley de Responsabilidad Fiscal, que imponga un rigor mayor en el uso del presupuesto y el cumplimiento de los topes presupuestarios, los déficit fiscales y la deuda pública.
En ese punto, del manejo del presupuesto y el exceso gubernamental para gastar dinero a manos llenas, es que el presidente del CONEP sostuvo que durante las pasadas elecciones “el sistema electoral colapsó”.
Y finalmente mencionó el cuarto pilar es la garantía de la plena independencia y fortalecimiento de las instituciones llamadas a implementar y regular todo lo relativo al proceso electoral y al cumplimiento de las leyes, pues las normas por si solas no bastan.
Si alguien tenía dudas sobre la tragedia del sistema político y electoral del país, hace falta que se escuche a un hombre de la verticalidad e imparcialidad de Rafael Blanco Canto, para que se de cuenta que en el proceso electoral “la confianza en la institucionalidad que rige las elecciones se agotó y que la sociedad no permitirá que los partidos continúen repartiéndose políticamente los órganos vitales para la democracia, es decir la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral, la Cámara de Cuentas y las Altas Cortes”.
Es un discurso para ser tomado en cuenta. Con la seriedad y preocupación por la sobrevivencia del sistema político dominicano como ha sido planteados por el presidente del CONEP.