El presidente Danilo Medina compareció ante la Asamblea Nacional para ofrecer la rendición de cuentas de su administración durante el 2018. Y fue mucho más que una rendición de cuentas: se ofreció un extenso discurso, más largo que lo habitual, con promesas y propuestas de modificaciones de leyes y de proyectos a futuro, que trasciende lo protocolar del momento y que muestra, sin decirlo explícitamente, que Medina sigue en la política y seguirá ejerciendo un rol más allá del que algunos le auguran debido a la prohibición constitucional de una nueva repostulación.

La conclusión de los simpatizantes de Danilo Medina es que seguirá “sacrificándose”, independientemente de las trabas legales, y que hará frente a los desafíos en su propio partido, y posteriormente fuera de él, en el Congreso Nacional y en las elecciones presidenciales del 2020.

Los enemigos políticos del presidente también hicieron la misma lectura. La frase que más le gustó a los reeleccionistas es que el presidente dijo estar dispuesto a pagar el precio que haga falta por servir a la Patria. Eso se interpretó como una disposición a asumir las consecuencias de una nueva reforma de la Constitución.

El presidente rindió un informe de seis años, pero también dio pinceladas a los que considera el éxito de su gestión gubernamental. La mayor parte del tiempo la dedicó a la economía y a las finanzas, sin asumir las criticas que se formulan desde la oposición sobre en endeudamiento externo, la imposibilidad de cumplir la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, el Pacto Fiscal, el fracaso en la firma del Pacto Eléctrico, o las irregularidades en la contratación, construcción y puesta en marcha del complejo Punta Catalina, incluyendo la disposición del gobierno de asociarse con inversionistas del sector privado, para que sean socios en ese negocio.

Son muchos los silencios del discurso presidencial, en particular sobre el tema que nos han señalado todos los organismos internacionales que hablan de transparencia: La corrupción en la administración pública. El presidente no quiso hablar de ese tema, como tampoco lo hizo sobre endeudamiento externo.

El discurso del presidente dibujó una sociedad dominicana próspera, resolviendo las dificultades, con un gobierno atento a todos los aspectos que nos atrasan, y desempeñando una labor eficiente. Dijo que tenía la firme voluntad de cumplir todas sus promesas, y habló de los tiempos y de los por qué de muchas de las temáticas abordadas en su discurso. Para él se está reduciendo la pobreza, se está creciendo económicamente muy bien, y se está reduciendo la inseguridad ciudadana, aparte de que se crea empleo y se abren las puertas a un país con las exportaciones y más competitivo.

Pero el presidente se comprometió con modificar las leyes de seguridad social, Minería, Código de Trabajo y de Compras y Contrataciones, entre otras. Prometió crear un programa de primer empleo para los jóvenes, dispuso aumento salarial para los empleados públicos de más bajos ingresos, y para los jubilados, y prometió reducir las comisiones que reciben las Administradoras de Fondos de Pensiones por administrar las cuentas de los afiliados al sistema de pensiones. ¿Todo eso se hará en este año pre-pro-electoral y en el 2020, cuando concluye la actual administración? Lo dudamos.

Es muy optimista el presidente. Danilo habló sobre sí mismo, se definió ante el país como un hombre de trabajo, que no anda en el chisme del día. Habló de la costumbre del dominicano perezoso, y se dijo ser diferente, propositivo, persistente: una persona de carrera de fondo. Esa última parte del discurso es una pieza cargada de metamensajes, con alegorías que debemos interpretar los ciudadanos de a pie y los líderes políticos del PLD y de la oposición, porque parece que a partir de ahora tiene una carga gubernamental que pondrá rostro a esa autodefinición que hizo el presidente al finalizar su discurso.