El discurso del presidente Danilo Medina de este 27 de Febrero fue magnífico, según la lectura de los funcionarios del gobierno. La oposición ha dicho que se trata de un discurso con falsedades y con medias verdades, que tiene intenciones reeleccionistas.

No habrá forma de que se pongan de acuerdo. Cada quien tiene su lectura del discurso del presidente. Una gran parte del país escuchó y vio la presentación del presidente Medina ante la Asamblea Nacional. Fue un discurso de dos horas y 10 minutos, y estuvo dirigido a darle consistencia al optimismo de los dominicanos, a sembrar confianza en una sociedad que no termina de convencerse de las bondades de las políticas públicas.

En ese discurso hubo datos interesantes, mucha información sobre la gestión gubernamental del último año y de los primeros seis años de la administración del presidente Medina. No se mencionó nunca al Partido de la Liberación Dominicana, ni se hizo referencia a pasados presidentes. Tampoco se recordó los compromisos del programa de gobierno del presidente Medina para el período 2016-2020. El presidente ni siquiera hizo mención de su discurso del 27 de Febrero del 2017, cuando hizo muchos anuncios y compromisos de obras, de inversiones, de realizaciones que serían realidad este año y que finalmente no lo fueron, y ahora ha vuelto a mencionarlas como obras a ser realizadas en el 2018.

Hay que releer con detalles el discurso del presidente. El gobierno se encargará de promocionarlo en aquellos aspectos que le pareció elocuente. No hay que calificar de sencillo o complicado el discurso, tampoco hay que entrar en la calidad de la retórica, ni siquiera si convenció a una gran parte del público, o si los aplausos recibidos fueron bien merecidos o si fueron falsos momentos de exaltación.

El presidente dijo algunas verdades. Y debemos agradecerlas. Una de ellas está relacionada con la campaña de odio y de presión para que el gobierno actúe con mano dura contra la migración haitiana. Todo migrante regular es bienvenido a la República Dominicana. Los recibimos con los brazos abiertos, siempre que tengan la documentación regular, siempre que cumplan las leyes dominicanas. Y reconoció que somos un país emisor de migrantes, del mismo modo que los recibimos. Anunció medidas para reforzar la vigilancia y seguridad en la frontera, incluyendo 900 militares más, más coordinación entre los organismos militares y de inteligencia, vehículos todo terreno, drones y hasta helicópteros. Es una opción muy fuertemente comprometida con la visión militarista. Hay que reforzar la frontera, pero hay que trabajar para evitar el fuerte impulso migratorio. Hay que coordinar acuerdos con las autoridades haitianas, hay que posibilitar que la frontera se desarrolle con inversiones públicas y privadas. No se trata de muros, sino de crear fuentes de trabajo, de impulsar inversión extranjera y local a lo largo de los 383 kilómetros que tenemos con Haití.

Sentimos que el discurso fue extenso en exhortaciones y en promover ideas y proyectos que están aún lejos de hacerse realidad. El presidente dejó fuera temas importantes, sobre los que hay atención permanente del país, como los acuerdos para el Pacto Eléctrico, que se quiso firmar en diciembre pasado, pero que al final se ha quedado en la faltriquera del presidente. Tampoco se habló del Pacto Fiscal, tan importante para dar respuestas a las inquietudes de organismos como el Fondo Monetario Internacional. Tampoco se abordó el tema del endeudamiento público, que tiene tan preocupados a muchos sectores, incluso de la oposición, ni se habló de la gestión de las relaciones exteriores dominicanas, tan relacionadas en el pasado con las exportaciones y con la búsqueda de negocios para el país. ¿Qué pasó con ese olvido, si este fue declarado el año de las exportaciones dominicanas?

El presidente tampoco abordó los temas relacionados con la gobernabilidad, ni la corrupción, pese a que el gobierno entiende que lo está haciendo bien. El país está en la picota con la publicación reciente del informa de Transparencia Internacional, colocando a la República Dominicana entre los países con mayores niveles de corrupción.

Las lagunas en el discurso del presidente son más que notables. En el imaginario del país está pendiente en primer lugar la cuestión de la gobernabilidad. Esto se relaciona si hay o no un proyecto para cambiar el artículo 124 de la Constitución de la República, que permitiría al presidente volver a postularse por tercera ocasión consecutiva.

Con su discurso, por lo que dijo, el presidente quiso transmitir confianza y optimismo, pero por lo que no dijo dejó abierto el camino de la especulación y la incertidumbre sobre cuestiones fundamentales del sistema democrático dominicano.