Aunque se trataba de un discurso de rendición de cuentas de las actuaciones del gobierno durante el año 2016, la disertación del presidente Danilo Medina este lunes 27 de febrero se convirtió en un acto político y de autodefensa mucho más complejo.

Las revelaciones de la empresa Odebrecht a las autoridades judiciales de Brasil, Estados Unidos y Suiza, combinadas con las declaraciones y actuaciones de los gobiernos incluidos entre los sobornados por la constructora, más la marcha del 22 de enero en Santo Domingo y la firma de un libro verde reclamando una investigación independiente en nuestro país, fueron convirtiendo en escenario de la Asamblea Nacional para el 27 de febrero en algo mucho más complicado que las cinco intervenciones anteriores del presidente Danilo Medina.

Tanto es así que apenas comenzando su intervención de 2 horas y 15 minutos, el presidente ofreció el anuncio de que al final del discurso se referiría al caso Odebrecht, según dijo, “que ha levantado la justa indignación de tanta gente”. Y así lo hizo, pro con un tono de enfado, de fastidio y como si se tratara de una explicación personal. No olvidemos que se refirió a este tema en primera persona varias veces, y que personalmente se comprometió a que en este y en los demás casos de corrupción, siendo él presidente de la República, no habría vacas sagradas.

El presidente ofreció un informe amplio de una gran parte de las actividades desarrolladas por la presidencia de la República y las dependencias del Estado. Ofreció sobre la economía y el crecimiento de nuestro Producto Interno Bruto, habló del control de la inflación y de la tasa de cambio, del empleo, los salarios, la lucha contra la pobreza, la educación y la salud como áreas a las que seguirá dando importancia.

El presidente no relató los logros del Despacho de la Primera Dama, tampoco abordó los programas sociales que encabeza la vicepresidencia de la República, ni se refirió al amplio programa de trabajo desarrollado por el Ministerio de Relaciones Exteriores encabezado por Miguel Vargas Maldonado, ni se refirió a temas como el endeudamiento público, la deuda externa, la política fiscal, entre muchos otros que han sido parte del debate y de las preocupaciones de los actores económicos y políticos del país. No tocó la cuestión de la política exterior tan en boga hoy día con los vaivenes de la administración del presidente Donald Trump, ni se ocupó de mencionar medidas en apoyo de los ciudadanos dominicanos potencialmente afectados por las políticas de persecución desatada por la nueva administración de Estados Unidos.

Una gran parte de la sociedad estaba a la espera del discurso del presidente por las posibles medidas que anunciaría sobre la persecución de la corrupción y la lucha para detener la impunidad en la justicia y en el Ministerio Público dominicano. Danilo Medina dedicó una parte del final de su discurso a tratar el caso Odebrecht, y lo hizo bordeando un filo muy delicado y cortante. Por un lado se puso de lado de los ciudadanos que reclaman transparencia y evitar la corrupción y la impunidad, y por otro lado acusó casi directamente a los generadores eléctricos de ser los instigadores de las protestas y de los reclamos de la paralización de la construcción de las plantas de Punta Catalina, para poder seguir teniendo beneficios sobre los 600 millones de dólares al año, de acuerdo con el dato del presidente.

El presidente dijo algunas palabras comprometedoras sobre este tema, que valdría la pena recordar. Por ejemplo, que en estos asuntos no responde a las presiones ni a los intereses particulares de nadie, sino “a los intereses de la Patria y de nadie más”. Dijo estar convencidos que son apenas “unos pocos a los que les conviene el caos” en que caería el país en el caso de romper lo que ya se ha hecho, cuando los países que acusaron y sancionaron a Odebrecht (Brasil, Estados Unidos y Suiza) no le han impedido seguir laborando.

Expresó que su gobierno “no tiene nada que ocultar” y que él escucha el clamor de la gente y se siente parte de esas voces que protestan y reclaman enfrentar la corrupción y la impunidad. Prometió que “todo el que haya incurrido en este esquema de actos será sometido a la justicia. No vamos a dejar espacio a la impunidad. No existen vacas sagradas, mientras yo sea presidente de la República”, y juró que “el primer abanderado en lucha contra la impunidad soy yo”.

Son muchas las voces que tan pronto terminó el discurso comenzaron a criticar la rendición de cuentas de Danilo Medina. Algunos dicen que es cómplice, otros que apoyó la impunidad, otros le reclaman medias contundentes que no anunció, y otros dicen que su discurso de dos horas fue una especie de mareo a la sociedad dominicana.

Nosotros valoramos las promesas del presidente Medina y las garantías que ha ofrecido a la sociedad de que no habrá impunidad, y de que el Ministerio Público y la justicia tienen el camino abierto, sin obstáculos, para jugar su papel en este caso. Y entendemos que en estos casos la espera de lo que haga el Procurador, como jefe de la justicia del gobierno, se corresponde la prudencia que ha mencionado el presidente de la República. No era el presidente el responsable de ordenar los apresamientos ni sometimientos judiciales. Se esperaba de él más indignación y coraje, pero ese no es su papel, y se entiende que representa al conjunto de la sociedad y no solamente a la parte que le reclama acciones. Recordemos que si no fue en febrero, será en mayo cuando el Procurador reciba los datos desde Brasil, o será en junio cuando Brasil revele todo lo que tiene en su poder sobre los receptores de los sobornos.