El presidente de la Suprema Corte de Justicia, Mariano Germán, se reiteró en su postura de tapar la gravedad de la crisis del sistema de justicia en la República Dominicana. El Día del Poder Judicial era una oportunidad para replantearse críticamente lo que hasta el momento había ocurrido en el ámbito judicial, reconociendo las deficiencias, las irregularidades, y proponiendo medidas serias, creíbles, que contribuyan con la transparencia y garanticen su credibilidad.

Pero no. Mariano Germán, además de recurrir al tradicional informe de cantidad de sentencias, y de describir cómo funciona el Poder Judicial, en forma extensa y reiterativa, en lo fundamental se perdió la oportunidad de abordar con valentía el gravísimo problema en que ha caído la justicia en manos de la actual gestión. No hubo ni siquiera señales para una reforma judicial, o para proponer una segunda ola de reformas, como hace años propuso el ex presidente del tribunal, Jorge Subero Isa.

Preocupación por la impunidad no hubo, ni señales de que la corrupción es un grave problema que correo al aparato judicial. Prometió vigilancia y disciplina, pero dijo que el conjunto del poder judicial está integrado por personas trabajadoras y honestas. Redujo el problema de las redes de tráfico de influencia en el aparato judicial a “judas” y a una “ìnfima minoría”, y en cuanto a los escándalos de los últimos meses explicó que “un malo hace más escándalos que mil buenos”.

Mariano Germán  no quiso abordar la crisis que el poder que dirige tiene, ni hizo referencia a la legitimidad de sus decisiones. Más bien se quejó de los “hechos dolorosos del último mes”, y que los mismos están siendo abordados “institucionalmente como corresponde”. Y parece que recordando lo dicho por Francisco Domínguez Brito, de que no creía en esa Suprema Corte de Justicia, y su respuesta de entonces, fue reiterativo con sus palabras sobre las decisiones del caso Félix Bautista: “Yo confío en los jueces y en la justicia”.

Los rostros adustos, que parecían ser parte de un velatorio, eran apenas una señal de lo dramático del momento que está viviendo el Poder Judicial de la República Dominicana. Mariano Germán se negó a la autocrítica. Su discurso fue incoherente, sin estructura temática. Cuando en apariencia finalizó el informe de desempeño de la Suprema Corte de Justicia y sus dependencias, dijo que abordaría el informe del Consejo del Poder Judicial. Ahí, pensamos, se dedicaría a abordar el gravísimo problema que encara ese organismo. Y nuevamente perdió la oportunidad, perdió la perspectiva. Habló de las demandas de dinero al presidente Danilo Medina, confió que el presidente le daría más dinero y describió la estructura de personal de poder judicial, con 688 jueces y 5,799 empleados contratados. Una presentación que pudo ser digna, y se perdió en los detalles de escaso significado para las expectativas que había generado.

Mariano Germán pidió algo extraño: En vez de comprometerse a trabajar para que la justicia se merezca la credibilidad y el apoyo de la sociedad, dijo que “hay que construir una sociedad que crea en sus jueces”. Tremendo desafío. Porque el doctor Germán entiende que los jueces “son trabajadores y honestos, y son unos pocos los que se desvían. El sistema de justicia no va a sucumbir.

Entender que los demás poderes del Estado podrían ayudar en reconducir el estamento judicial por senderos más adecuados podría ser una intromisión. Hay separación de poderes. Sin embargo, hay una vía, que está sin explorar aún por razones de tiempo: El Consejo Nacional de la Magistratura. Luego del discurso del doctor Mariano Germán nos reiteramos en el criterio de que la crisis es mucho más grave de lo que se pensaba.