Nunca antes un primero de mayo, Día Internacional de los trabajadores, había llegado con tan malos augurios y tantas desgracias para los obreros de todo el mundo. Y no ha sido el capitalismo, ni los empresarios explotadores, los culpables de la tragedia: Ha sido el coronavirus, que hasta prueba en contrario surgió en la socialista República Popular China, un régimen que se proclama como lugar de la emancipación de los trabajadores.
Estados Unidos, centro del capitalismo, hasta hace dos meses registraba pleno empleo y buenas perspectivas económicas, que posibilitaría la reelección de su presidente Donald Trump, hoy es el país más infectado, con más de un millón de personas con el virus, con 63 mil fallecidos, que podrían ser sobre los 75 mil según otros cálculos, y con más de 20 millones de personas desempleadas e inscritas en los programas de compensación por desempleo.
Lo que dicen los analistas es que la crisis en la que estamos, este primero de mayo, es más profunda y más destructiva que la Gran Depresión de 1929, que se considera la base del nuevo acuerdo que proyectó a los Estados Unidos y lo convirtió en la potencia más relevante en los últimos 90 años.
Ya no hay marchas, ni consignas, ni defensa de la clase obrero. El primero de mayo es un día para el recuerdo de viejas consignas, de la guerra fría, y de memorables luchadores por la causa de la clase obrera, como Barbarín Mojica, Julio de Peña Valdez, Francisco Antonio Santos, Luis Henry Molina, Jacinto de los Santos, y tantos otros sindicalistas que hicieron historia en la República Dominicana.
Ya no se lucha por una jornada más corta de trabajo, ni por la libertad sindical, ni los pactos colectivos de trabajo, y menos por salarios justos. Ahora lo que se necesita es trabajo, en cualquier condición. Y los migrantes, que son millones y millones en todo el mundo, se trasladan por las fronteras en busca de un empleo mal remunerado, sin posibilidad de sindicalización ni de permanencia. Las cosechas agrícolas se pierden, y en algunos casos se dejan perder, porque los sistemas de comercialización no funcionan, o los gobiernos han tenido que asumir la producción para distribuirlas gratuitamente entre los más pobres.
Todo ello tiene repercusiones inmediatas en los modelos económicos y en los sistemas políticos. Cada día hay más líderes trogloditas y derechistas que no entienden ni contemporizan con las viejas ideas del trabajador o el sindicalista. El día de los trabajadores es una vieja herencia de la guerra fría, y así seguirá siendo, sin referencia histórica importante. Tal vez para algunos sea solamente una nota al pie de página.
¡Cuánto hemos cambiado!