Monseñor Francisco José Arnáiz Zarandona falleció el pasado viernes 14 de febrero, a las 2:00 de la tarde, en Santiago, en una residencia de Monseñor Agripino Núñez Collado, donde pasó voluntariamente los últimos días de su vida.

La muerte de Arnáiz afecta a la Iglesia socialmente comprometida, pues como miembro de la Compañía de Jesús que era, escogió una vida de compromiso ignaciano, apegado a los valores de justicia, solidaridad, libertad, ética y dar y hacer lo mejor siempre en el mayor servicio a los demás, con vista a la trascendencia.

Monseñor Arnáiz desde que llegó al país al inicio del proceso democrático, con la caída de la dictadura de Trujillo, comenzó a sembrar entre los jóvenes, muchos de los cuales son hoy hombres y mujeres de éxitos, de compromiso,  y ofrecen el testimonio del apoyo y la orientación que siempre recibieron de Pepito, como le llamaban sus íntimos.

Arnáiz también fue maestro de sindicalistas y contribuyó con la formación de los primeros sindicatos cristianos, y las centrales sindicales de orientación cristiana siguen dando testimonios sobre sus aportes, como acaba de hacerlo José Gómez Cerda, en un texto publicado por Acento el pasado sábado.

Las universidades, los intelectuales, los medios de comunicación fueron también parte de los escenarios en los que se movió con destreza, inteligencia, independencia, habilidad y honradez monseñor Arnáiz.

Ayer fue sepultado en Manresa, Loyola. Un hombre que dejó mucho a la tierra que le acogió como hijo propio, y a la que le sirvió fructíferamente. Descanse en paz Monseñor Francisco José Arnáiz.

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