(Apuntes para un manual de sociología barata)
Se tiene una idea generalizada y simplista respecto a la “delincuencia-social”, se considera como un acto superlativo donde hay asaltos o crímenes-sociales. Rara vez la reflexión pública asocia el término a la noción jurídica “delinquir” que en su sentido más simple se define como “cometer delitos.”
Si extrapolamos el concepto delinquir a la vida cotidiana dominicana, diríamos, que en este país el delito es cultural. ¿O acaso no es delito irrespetar las leyes de tránsito, las reglas de condominios, engañar al consumidor? ¿Echar basura en la calle? ¿Parquearse en las aceras? En fin, un etcétera que ha permeado la cultura política y cotidianidad Dominicana.
Delinquir es parte de la genética social del dominicano. Tiene sus raíces en una historia de políticos corruptos, autoritarios, una población sumergida en la ignorancia, en una pobreza material y cultural espantosa. En esencia, el panorama no ha cambiado mucho. Hay pocos actos de nuestra vida cotidiana donde el delito no aparezca como síntoma viral.
Para comprender la trilogía “delinquir-delincuencia-violencia social”, es importante agregar el fenómeno migratorio del campo a la ciudad, se masificó una “pobreza” desatendida que terminó afectando gran parte de los estratos sociales del país. Y como la pobreza solamente genera pobreza, los indicadores negativos del fenómeno están ahí: desorden y una violencia social que traspasó los límites del barrio, y por eso se hace más escandalosa, porque ahora estamos frente a una violencia de clase social. Pobre metiendo terror en sectores de ricos. Pero en el barrio, hace mucho tiempo que el fenómeno estuvo ahí.
Podríamos añadir a la trilogía, el crecimiento de una masa familiar pobre que por su bajo nivel educativo no fue capaz de cumplir con su rol: “socializar o transmitir valores más allá de la “anomia-social-disfuncional” en la que cristalizaron su práctica familiar. El gran plus de un Estado (o gobierno) deficiente, integrado por instituciones endebles, corruptas, un sistema escolar segregado donde los “pobres” pasaron a ser una “masa-marginal-miserable”, con escasas posibilidades de cubrir sus necesidades básicas. Un número significativo no se insertó en los privilegios que hoy disfruta una “élite” social-económica.
El panorama dibuja un cuadro donde las instituciones básicas dominicanas, responsables de “modelar” la conducta normativa de la colectividad, fracasaron en su rol. Fallaron en ser eficientes respecto a: Educar (informar o socializar con mira a respetar las reglas), fiscalizar y sancionar. No hay trucos. La práctica institucional debe ser eficiente respecto a estos tres principios. De lo contrario, el laberinto del desorden y “sálvese quien pueda” crea ese germen que hoy llamamos delincuencia-social.
Las famosas comisiones
Las famosas comisiones que buscan soluciones inmediatas a la delincuencia social están integradas por fuerzas represivas o moralizantes, no incluyen profesionales de la conducta: Psicólogos social, sociólogos o antropólogos. Como si el problema en sí es de orden militar o religioso. La naturaleza de estas comisiones me lleva a pensar en el refrán que profesa: “la fiebre no está en la sábana sino en el enfermo.”
Posibles soluciones
Hablamos de un problema social que nos afecta a todos(as), hay que buscar soluciones más allá del paño con pasta, más allá del terror, más allá del sensacionalismo morbo de los medios de comunicación, más allá de la vocinglería de programas de radio que asustan al que ya está asustado, más allá de creer que el único responsable es el gobierno de turno. También debemos mejorar nuestra práctica cotidiana que “delinque.” Debemos exigir derechos cumpliendo con nuestros deberes. Debemos decir no a ese slogan pesimista de que “este país se jodió.” No podemos ni debemos sumergirnos en la auto-derrota. “A mal tiempo buena cara.” Es mejor así. Porque en esencia, salir de cualquier problema es un asunto de actitud.
Sé que no es fácil plantear soluciones inmediatas a un problema de carácter estructural como es la delincuencia-social en la República Dominicana.
Simultáneo a las medidas inmediatas de coerción, el gobierno debe plantearse soluciones de fondo a largo plazo. No hay manera de atacar la delincuencia social si el Estado como aparato regulador sigue permitiendo prácticas delictivas, y él, sigue siendo dudoso en sus funciones. Se deben tomar medidas eficientes que regulen y sancionen cualquier práctica cotidiana que viole lo establecido por la ley. El Gobierno debe ir creando una cultura de la eficiencia cotidiana que nos garantice “el buen vivir”.
El Gobierno no puede seguir actuando con una voluntad miope. Solamente “eficientizar” aspectos como el fisco o el funcionamiento del metro. Hay que ir dando pasos hacia una cultura de tolerancia cero. Sancionar a todos(as) el que violente la ley, sin excepción alguna. Sin importar que sea un alto funcionario, militar o padre de familia.