En medio de los sucesos de la última semana (asalto y asesinatos en la Cárcel Najayo-Hombres, atentado en el Metro de Santo Domingo, revelación de atentado a torres de electricidad de la CDEEE, etc) se ha pasado por alto, en algún modo, que la sociedad dominicana vive momentos de creciente indignación.
Y hay razones muy claras para que la gente sana, decente, no corrompida, de la República Dominicana sienta cada día más una profunda indignación.
Sólo hay que observar lo que está ocurriendo a raíz de que el Procurador General de la República, Francisco Domínguez Brito, y su equipo de profesionales del Ministerio Público, decidieran someter a la justicia al senador Félix Bautista, secretario de Organización del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Que, por si alguien lo olvidaba, a partir de enero habrá que pagar el incremento de impuestos se aprobó en la última reforma tributaria. Es decir, la ciudadanía decente paga impuestos, y el político corrupto se roba ese dinero.
Parece como si Domínguez Brito estuviese atentando contra una sacra figura de la política dominicana.
Tradicionalmente, los políticos dominicanos cuando son investigados acerca de posibles hechos de corrupción en los que hubieren incurrido, sacan rápidamente de la manga el infeliz argumento de ser víctimas de persecución política.
Este baladí pretexto es más entendible cuando se trata de un político de un partido perseguido, investigado o sometido durante el gobierno de otro partido.
Pero el presente no es el caso. Ahora, un funcionario del Ministerio Público está siendo acusado, acosado y desacreditado por gente de su propio partido, el PLD, sólo porque ha dado un paso correcto en busca del adecentamiento de la sociedad. En busca de lo que por tantos años predicó y prometió el PLD, combatir la corrupción.
Las más perversas hordas mediáticas, por un lado, las presiones políticas y económicas por otro, y sobre todo desde su propio partido, el PLD, han lanzado una intensa campaña para intentar desacreditar al Procurador General, restarle méritos a su valiente decisión y reclamar por todos los medios su destitución.
Y hay más.Connotados abogados, que no se han distinguido precisamente por un compromiso ni una militancia a favor de la institucionalidad del Estado dominicano,se han querellado formalmente contra Domínguez Brito para exigir su destitución, basándose en los mismos argumentos que han repetido al calco senadores y diputados afines a Félix Bautista. Con las mismas "pruebas" harto manoseadas por el propio senador Bautista y sus agradecidos adláteres.
Todo esto indigna mucho. Porque indignante y no otra cosa es que a quien desde una función pública ligada al quehacer de la justicia, de la persecución del delito, del esfuerzo por el adecentamiento de la sociedad, se le quiera aniquilar políticamente cuando ha decidido cumplir con su deber y su obligación.
Porque el dinero que roba el corrupto no proviene de la nada. Se trata de recursos que paga el pueblo dominicano a través de los impuestos, y que debían estar invertidos en servicios tan vitales como la salud, para evitar tragedias como la de las muertes de niños y adultos en los hospitales debido a las carencias y precariedades.
Que, por si alguien lo olvidaba, a partir de enero habrá que pagar el incremento de impuestos se aprobó en la última reforma tributaria. Es decir, la ciudadanía decente paga impuestos, y el político corrupto se roba ese dinero.
Y lo más triste de todo es que sea gente del PLD la que se oponga al esfuerzo de Domínguez Brito contra la corrupción. Nadie habría imaginado que tal cosa ocurriera con el partido que según su digno fundador, Don Juan Bosch, nunca tendría a uno de los suyos enriquecido con el dinero del pueblo dominicano.
Un dirigente peledeísta, Franklin Almeyda Rancier, en una afrenta el pueblo dominicano, hace varios años proclamó que República Dominicana se dividía entre peledeístas y corruptos. Hoy es el PLD que está dividido entre quienes apoyan la lucha contra la corrupción y los que defienden a los corruptos y abogan por la impunidad perenne.