Cuando Daniel Ortega empezó a gobernar Nicaragua en 1979, tras el triunfo de la Revolución Sandinista, que derrocó al dictador Anastacio Somoza, se ganó el apoyo mayoritario de su pueblo.
El gobernante debutante y la joven revolución contaron con el respaldo de la mayoria de los pueblos latinoamericanos y de los sectores liberales y progresistas en todo el mundo.
Durante este primer gobierno de Ortega hubo disidencias de importantes dirigentes sandinistas que no aprobaron la manera en que el mandatario y su círculo más cercano administraron la cosa pública en Nicaragua, aunque no se puede negar que la mayoría de pueblo nicaragüense le mantuvo el apoyo, sobre todo por el repudio a la llamda "Contra" pagada por el gobierno de EE.UU.
Ortega y el FSLN perdieron el poder en 1990, y el FSLN se mantuvo como la principal fuerza opositora a los sucesivos gobiernos que tuvo Nicaragua desde 1990 hasta 2007.
En 2007 Ortega ganó las elecciones y el FSLN retornó al poder. La esperanza de quienes les apoyaron consistía en que tanto Ortega como el FSLN vendrían con una nueva visión y no repetirian los errores de su primer gobierno.
Pero pronto mostraron Ortega y su grupo que habían renunciado al ideal del original FSLN.
Empezaron las purgas y atropellos injustificados contra todos los que no se les doblegaran de manera incondicional.
Los hermanos Ernesto y Fernando Cardenal, sacerdotes que lucharon contra la dictadura somocista y asumieron roles importantes en la lucha del FSLN, fueron desconsiderados y maltratados sin ninguna razón ni justificación.
Sergio Ramírez, el escritor más importante de Nicaragua, intelectual de principios, serio, empezó a ser tratado como un enemigo del gobierno. Posteriormente, lo mismo ocurriría con la poeta y narradora Gioconda Belli, con el Cantor de la Revolución Sandinista, el músico Carlos Mejía Godoy, además de importantes figuras históricas del sandinismo que fueron separándose de Ortega, por su actitud personalista y despótica. Todos han sido reprimidos y perseguidos.
Sergio Ramírez es víctima de la persecución injustificable del orteguismo, que nada tiene que ver con el sandinismo, generando repudio nacional e internacional.
En el caso de los intelectuales y artistas ha sido tan evidente el desprecio y la persecución desatada por el actual gobierno de Nicargaua, que Gioconda Belli, con toda la razón, ha afirmado que Daniel Ortega está en "guerra" contra el pensamiento y la inteligencia de su país.
A Daniel Ortega le recordamos que los gobernantes que se convierten en tiranos terminan mal ante sus pueblos. Veamos algunos ejemplos:
El dictador Benito Mussolini dominó Italia, sin permitir ningún asomo de disidencia, desde 1922. Derrocado intentó huir de su país. En 1945 fue apresado, humillado y ejecutado por sus propios compatriotas, que colgaron su cadáver en una plaza.
El tirano Rafael Trujillo (Chapita), luego de acumular fortuna desde diversos cargos en la policía y en el ejército, en base al pillaje, se hizo con el poder en la República Dominicana en el año 1930. Por casi 32 años se impuso sobre el pueblo dominicano con el terror y la sangre, pero al final terminó ajusticiado con la participación de gente de su propio régimen.
Anastasio Somoza Debayle (Tachito) gobernó Nicaragua con total desprecio por los derechos de la ciudadanía, dando continuidad a la tiranía de su padre y sus hermanos que empezó en 1937. Fue derrocado en 1979 por los combatientes revolucionarios del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Tras huir a Paraguay, Tachito Somoza fue muerto de un disparo de bazuca en 1980.
Alfredo Stroessner gobernó Paraguay desde 1954 hasta 1989. En esos 35 años pisoteó todos los derechos del pueblo paraguayo. Después de ser derrocado, como buen cobarde huyó. Falleció en Brasil en 2006.
A esos tiranos. ajusticiados en su tierra o fallecidos lejos de sus países, solo los recuerdan con agrado los ignorantes nostálgicos. Sus pueblos se asquean de su legado y escupen sobre su despreciable memoria.
Ojalá lo comprenda Daniel Ortega.