La administración del presidente Donald Trump estaría analizando medidas represivas contra tres países de Centroamérica y el Caribe por razones diferentes, pero que han sido definidas ya por The New York Times y The Miami Herald como parte de una nueva guerra comercial de Estados Unidos en América Central y el Caribe.
La represalia no puede ser más denigrante ni desestabilizadora: Suspender los acuerdos de libre comercio de los Estados Unidos con Nicaragua, por violaciones a los derechos humanos y por radicalizarse con el bloque izquierdista de Cuba y Venezuela, y El Salvador y la República Dominicana, por haber roto sus relaciones diplomáticas con Taiwán y establecerlas con la República Popular China, sin haber consultado con los Estados Unidos.
“Los funcionarios de Trump están analizando muy de cerca el pacto firmado en 2005 con seis naciones latinoamericanas para ver si pueden impedir que Nicaragua, República Dominicana y El Salvador mantengan el acceso preferencial a los mercados de Estados Unidos sin perturbar el resto del acuerdo”, indica The Miami Herald en su publicación de este miércoles.
Se recuerda que Estados Unidos retiró a su embajadora en la República Dominicana, al mismo tiempo que hacía lo mismo con los embajadores en Centroamérica, precisamente por las quejas que tenía el presidente Trump sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China.
Es una amenaza seria y el gobierno dominicano está obligado a actuar con cautela y mucha frialdad en un asunto como este. Todo el mundo conoce la volatilidad del presidente Trump, quien no respeta acuerdos ni lealtades y tiene unas prioridades que lo convierten en unilateralista y totalmente sordo ante las voces que le recuerdan que Estados Unidos es la potencia mundial número uno, y que con sus actuaciones puede hacer mucho daño a los aliados norteamericanos y al sistema democrático y de relaciones comerciales que al mundo le ha costado mucho tiempo establecer.
Estados Unidos es nuestro principal socio comercial, y eso nos lleva a preguntarnos cuál sería la situación de la República Dominicana ante una eventual ruptura del DR CAFTA, y como consecuencia de ello, un aumento de los aranceles en los Estados Unidos a los productos dominicanos.
¿Qué pasaría con nuestras industrias de zonas francas, que tienen compromisos de producción y exportación comprometidos por años con empresas de los Estados Unidos?
Tomando en cuenta el tamaño de la economía norteamericana, versus el tamaño de la economía de Centroamérica y el Caribe, esto no representaría ningún rasguño para la economía de los Estados Unidos. A Trump tampoco le preocuparía el sistema democrático ni la economía de ninguno de estos países. Su empeño está concentrado en complacer a los votantes que simpatizan con el muro en la frontera con México y en aplicar políticas migratorias que él considera protegerían la seguridad de los Estados Unidos.
Si esto es lo que él quiere a la República Dominicana no le es posible acoger estas políticas y estas presiones. Y menos desandar los pasos que ya hemos dado. Situaciones como estas nos obligan a reflexionar sobre las alianzas posibles que tenemos en camino, y la forma de diversificar el comercio internacional, mejorar nuestra competitividad y avanzar en la calidad de nuestros productos exportables.
Aún no se tomen las medidas que ya los medios de comunicación han revelado, el gobierno está obligado a producir ideas y políticas que protejan a los sectores exportadores de los resabios de un presidente cargado de odios e irracionalidad.