El lunes se inicia una Semana Santa que pudiera representar un gran riesgo frente al esfuerzo que realiza el gobierno y el país para detener los contagios y las muertes por Covid-19 en la República Dominicana.

Semana Santa es el más largo período de asueto que tiene cada año nuestro país. Desde el miércoles Santos se paralizan las actividades cotidianas de trabajo y productividad, y se inicia el proceso de vacaciones, fiestas y celebraciones públicas y privadas de más riesgo. En los accidentes der tránsito generalmente mueren docenas de personas, por intoxicación alcohólica igualmente ocurren fatalidades, además de muertes por ahogamientos y violencia, generalmente activadas por la ingesta de alcohol.

Es cierto que algunas personas acuden a celebraciones litúrgicas. Pocas se recogen a meditar y a fortalecer su fe en sus iglesias. El gran público entiende que la Semana Santa es una oportunidad para gozar, beber, hartarse, bañarse en los ríos y en las playas marinas, o un chance para mudarse por unos días a un hotel y descansar.

Seguimos en Estado de Emergencia y en toque de queda. El gobierno ha invertido más de 13 mil millones de pesos en vacunación y está aplicando planes efectivos, que se han ralentizado por el incumplimiento de las industrias farmacéuticas en la entrega de las vacunas. La República Popular China ha sido nuestro suplidor cumplidor, y amigo, que ha permitido a la República Dominicana comenzar a ver una luz en el horizonte. En nuestro país 250 mil personas se han infectado y 3,300 personas han fallecido por esta pandemia.

El otro dato preocupante es que la economía ha resultado muy afectada. Cientos de miles de ciudadanos han perdido sus trabajos y el sustento, y el gobierno ha tenido que acudir a apoyarles con planes sociales en los que ha invertido cientos de miles de pesos. Ahora que hay nuevas cepas del virus propagándose, y nuevas olas de infecciones y muertes en Europa, en Brasil, y en Estados Unidos, el país está obligado a mantener las políticas de control y confinamiento.

La Semana Santa es un riesgo muy alto para una potencial expansión del Covid-19, en un momento en que apenas hemos vacunado a menos del 10 por ciento de la población. El gobierno debe mantener los controles. No hay indicios de que el Covid haya perdido fuerza en su capacidad expansiva. Los países que mayor éxito han tenido han sido los que han sido más firmes con las medidas de distanciamiento.

Una semana que bien pudiera servir para la reflexión y apoyo a los actos sanitarios se convierte en un gran riesgo para las políticas públicas de salud. Hace falta educación. Hace falta conciencia. Hace falta información. Hacen falta medidas que contengan los excesos de los desaprensivos. Y por supuesto, el rol más importante en cada uno de los elementos mencionados los tienen que jugar nuestras autoridades de salud, de protección civil, del Centro de Operaciones de Emergencia, y de la Policía Nacional. Interior y Policía, a través de las gobernaciones, los gobiernos locales, y hasta el apoyo del Ministerio de Defensa, pudieran representar una gran diferencia en el manejo del desplazamiento humano que ocurre cada año en Semana Santa.