El año 2016 llega pronto a su fin con señales mixtas de lo que nos aguarda durante la próxima revolución del planeta en torno al astro que nos ilumina y energiza.
Si solo ponemos atención a los dimes y diretes sobre armamentismo nuclear y proteccionismo arancelario de poderosos dirigentes políticos, el panorama mundial se ensombrece. Se cierne sobre el planeta la amenaza de un fuerte retroceso, exacerbado por la palanca de las nuevas tecnologías que han multiplicado nuestra capacidad para causar daño a la humanidad y a la naturaleza.
Para contrarrestar el negativismo de las fuerzas políticas en choque debemos enfocar los atisbos de cambios institucionales profundos, liderados por preclaros dirigentes del bien público. Ante el alarde de la soberbia mediática de quien no admite derrota ni error, celebremos la humildad serena que desarma con sinceridad. Combatir el discurso ofensivo del bravucón con la gentileza del caballero innato y desnudar las mentiras envenenadas con entereza y humor, son mandatos de cordura ante la insensatez.
El papa Francisco revela el camino trazado en su esperanzador mensaje de Navidad a la curia romana. Esboza indicios de sus planes y esfuerzos por reformar la milenaria institución que encabeza, y de los escollos enfrentados en el proceso. Así como son evidentes las resistencias encontradas por el pontífice, se destaca la firme voluntad que tiene de promover la transformación institucional, apelando al compromiso de cada uno de los integrantes de la curia a sumarse a su cruzada. Sin disimulo expone y analiza las resistencias al cambio, acogiendo con diálogo abierto las críticas que nacen del deseo de proteger la esencia y se manifiestan con sinceridad para enriquecer el proceso. Desvela también la existencia de otras resistencias ocultas “que nacen de corazones asustados y endurecidos, que se alimentan de las palabras vacías del 'gatopardismo' espiritual de quien dice que quiere cambiar las cosas, pero después quiere que todo quede como antes”. Promete combatir sobre todo las “…resistencias malvadas, que germinan en mentes perversas y se presentan cuando el demonio inspira intenciones malas. Este último tipo de resistencia se esconde en justificaciones, y, en tantos casos, acusaciones, que se refugian en las tradiciones, en las apariencias, en las formalidades, en lo conocido…”.
De sus palabras de felicitación navideña se evidencia que el papa Francisco no solo es un líder espiritual, sino que tiene trazado un plan de acción para la auténtica reforma de la institución, partiendo de un detallado diagnóstico de la curia y la estructura organizacional del Vaticano. No se trata de sustituir personas, sino de causar su conversión para trabajar en la transformación de la organización y así poder cumplir con la misión de servir a los que más necesitan de ella. En su oración final pidió sobre todo que los hombres de la Iglesia depongan el orgullo y la arrogancia, viviendo la humildad. ¡Nuestros votos por el éxito de Francisco en tan loable empeño!
Creemos en la capacidad de Francisco de alcanzar la alta meta pautada de una reforma integral de la institución, porque apreciamos en el pastor su profunda humanidad y sencillez, su espiritualidad y pragmatismo, evidenciados por su fino humor manifestado espontáneamente. Como se reporta, en marzo próximo pasado en la catedral de Nápoles ocurrió un prodigio que no ocurría desde 1848, cuando el pontífice dio la bendición a la congregación con la reliquia de San Genaro:
Al recibirla de manos del Cardenal de la diócesis, la sangre estaba aún sólida en un lado de la ampolla de vidrio.
Al devolver el relicario al Cardenal, éste le dijo: “Se ve que San Genaro ama al Papa, pues la sangre se ha licuado ya a medias”.
Para que se dé el milagro, se necesitan varios minutos antes de que la masa rojiza reseca adherida a un lado de la ampolla se convierta en sangre completamente líquida que llega a cubrir todo el vidrio.
Francisco, con una sonrisa, quiso restar importancia a este hecho y comentó: “se ve que el Santo nos quiere solo a medias. Tenemos que convertirnos más", palabras que fueron acogidas con las risas de los que allí se encontraban.**
Francisco es un prodigio completo, pues con el constante ejemplo de su auténtica humildad se ha dado a la ingente tarea de “reformar no como un fin en sí mismo, sino como un proceso de crecimiento y sobre todo de conversión”, parafraseando sus propias palabras. Para él la sangre media licuada no es ni mal augurio ni señal de su triunfo personal, sino un llamado a seguir obrando el bien para convertirse más aún.