Vuelve sobre el debate nacional la gran preocupación por la elevada deuda pública, las constantes emisiones de certificados y letras por el Banco Central y la dependencia en el endeudamiento interno y externo del Gobierno Central. La discusión de la sociedad sobre este tema es muy válida y la preocupación legítima para cualquier ciudadano.
Todos sabemos la crisis de inviabilidad fiscal-deudas y sus nefastas secuelas, en que cayeron países como España, Portugal, Grecia, Italia, Irlanda y otros, que abusaron por décadas de altos déficit fiscales financiados con deuda pública. El Gobierno debe preocuparse, y no solo ver y autoelogiarse del corto plazo. Porque es cierto que el país crece y progresa, pero no incluyente y además tiene sus tumores cancerosos que tiene que extirpar.
Quiero señalar de antemano que prefiero y me gustan para el análisis de la evaluación de deudas, capacidad de pagos y los niveles de límites o techos, la medición en términos de cifras absolutas y en relación a los ingresos fiscales, no por el teórico e impráctico PIB. El servicio de la deuda, sean intereses y/o principal, se paga con el flujo de caja del Estado, que son los ingresos del Presupuesto Nacional, del Gobierno Central y del Consolidado.
La relación deuda/PIB es un indicador, de ejercicio matemático que no ayuda en nada al Ministro de Hacienda o el Director de Presupuesto. Para ellos esa medición es irrelevante. Por pragmatismo debe quedar claro que no se paga el servicio de la deuda con una expresión nada realista ni financiera, como el PIB, que es un indicador de la producción anual de bienes y servicios, resultado de un modelo econométrico siempre relativo.
Tampoco consuela a las autoridades del área económica ni les ayuda a pagar el servicio de la deuda hacer comparaciones estadísticas manejadas con otros países latinoamericanos, más cuando no son ningún ejemplo a seguir. Esos jueguitos y alardes de tecnicismos son como espejitos para anasteciar a los indios, que en este caso somos los dominicanos.
En nuestro país tenemos dos grandes emisores constantes de deudas, que son el Gobierno Central vía Hacienda y el Banco Central. Los dos se han endeudado demasiado por diferentes motivos, pero con los mismos fines de mantener artificialmente la estabilidad macroecómica, financiar el déficit fiscal, sostener la tasa de cambio, y volver a engancharse con nueva deuda para pagar intereses/principal de los títulos que se vencen. Un círculo virtuoso maravilloso.
Por ejemplo, el Banco Central a agosto de 2018 tiene colocado un total de RD$ 563,809 millones, equivalentes a US$11,300 millones de dólares. Una cifra que crece cada mes y camina imparable. Cuando en agosto de 2012 comenzó la era de los seis años del presidente Medina, la emisión del Banco Central era de RD$ 241,918 millones, lo que significa que ha aumentado en RD$ 321,891 millones (US$ 6,500 millones) en seis años, o en RD$ 53,648 millones por cada año. Es decir, la deuda del Banco Central se ha casi duplicado.
Para el Banco Central, según sus Estados Financieros, el costo financiero de los intereses de las emisiones ascendió a RD$ 69,187 millones a diciembre de 2017, que incluye RD$ 12,000 millones de descuentos y primas que se ganan en curiosa ventaja los intermediarios financieros y puestos de bolsas. ¿Por qué hay que dar un descuento tan grande, si los títulos tienen intereses atractivos?. Esos descuentos son un filete de beneficios para algunos.
De acuerdo a la Ley de Capitalización es el Gobierno Central quien debe tranferir y pagar ese costo, pero no lo hace, porque entiendo le debe como RD$ 50,000 millones al Banco Central. No creo que el Gobierno tenga la capacidad y voluntad de pagar por cuenta de otro. Sin embargo se sabe que preparan otro proyecto de Ley de Capitalización muy sensible, porque la actual ley está expirada, que algunos desean que se transfiera la deuda del Banco Central al Gobierno Central, lo que sería una operación financiera muy grande y delicada, de altísimo costo. Pero ese es otro tema aparte.
Como resultado de los gastos en operaciones y del costo financiero de las emisiones de certificados y letras, el déficit del Banco Central para el 2017 fue de RD$ 40,226 millones, una suma elevada, que al final tendrá que pagar el Gobierno con impuestos de los contribuyentes, incluyendo los Bonos de Capitalización, que son una transferencia de pasivos.
Veamos ahora la concentración de las emisiones consolidadas y en manos de quienes están, para evaluar la sanidad, riesgos y sensibilidad a largo plazo de estas colocaciones en el sector bancario, financiero y fondos de pensiones, lo que es entendible con un mercado bursátil tan incipiente y poco diversificado, pero que conlleva altos riesgos sistémicos. Examinemos:
Según CEVALDOM, el volumen de custodia y la distribución de las emisiones de Hacienda, están colocadas en los siguientes sectores inversionistas, a julio del 2018; 1) las Administradoras de Fondos de Pensiones RD$ 110,518 millones, 2) asociaciones de ahorros y prestamos RD$ 20,238 millones, 3) bancos múltiples RD$ 54,270 millones, 4) compañías de seguros RD$ 12,526 millones, 4) puestos de bolsas de valores RD$ 16,664 millones, 5) titulares físicos RD$ 21,307 millones, 6) sector financiero RD$ 45,464 millones y otros menores. Es decir, cerca de 80% de los valores están en manos del sector financiero, fondos de pensiones e inversionistas individuales. Una altísima concentración en varios sectores, que las hace muy vulnerables a la viabilidad fiscal y cambios en la tasa de interés.
Igualmente, según CEVALDOM, la custodia y distribución de las colocaciones de valores del Banco Central, es el siguiente; 1) administradoras de fondos de pensiones RD$ 208,666 millones, 2) bancos múltiples RD$ 102,963 millones, 3) empresas privadas RD$ 38,265 millones, 4) instituciones públicas descentralizadas RD$ 59,692 millones, 5) puestos de bolsas RD$ 10,225 millones, 6) titulares físicos RD$ 79,583 millones, 7) instituciones sin fines de lucro RD$ 11,717 millones y otros sectores menores. Otra vez la concentración de títulos en el sector financiero y fondos de pensiones es muy alta, algo delicado y volátil.
El Presupuesto Nacional del 2018 contempla nueva deuda interna por RD$ 70,000 millones (US$1,447 millones) de valores de Hacienda y US$1,500 millones en los nefastos bonos soberanos, para un total este año de nueva deuda de US$ 2,947 millones. Veamos las consecuencias. Para pagar los intereses de la deuda pública se asignaron RD$ 134,632 millones, o US$ 2,834 millones, o el 23 % de los ingresos tributarios. Para pagar amortizaciones de principal dedicaremos RD$ 126,676 millones, o US$ 2,560 millones este año. Esto es un gran incremento de los intereses pagados en el 2004, que ascendían a solo RD$ 15,300 millones. El servicio de la deuda, pues, atrapa y limita al máximo al Presupuesto.
El caso de los bonos soberanos a pago único a vencimiento es alarmante, porque se convertirán en deuda eterna. El total de bonos soberanos emitidos alcanzará este año la suma de US$ 13,076 millones, comparado con el saldo de bonos soberanos de US$ 2,774 millones al final del 2012. Un vertiginoso aumento de 500 %. A julio de 2018 el total de la deuda pública del Gobierno Central ascendió a US$ 31,400 millones, comparado con el saldo de US$ 19,463 millones en el 2012, que representa un aumento neto de US$ 11,937 millones en seis años, o US$ 1,990.0 millones por año. Un vigoroso ritmo de crecimiento de la deuda.
El incremento de las deudas de los dos grandes emisores de deuda pública han servido para sostener la relativa estabilidad cambiaria y para financiar los continuos déficit del Gobierno Central. El déficit (pérdida) del Banco Central de RD$ 40,226 millones, según su Estado Financiero del 2017 y del Gobierno de RD$ 86,999 millones, aprobado en el Presupuesto, ambos suman un total deficitario de RD$ 127,999 millones, o US$ 2,585 millones, una cifra muy respetable. Para pagar hoy o mañana estas deudas, los ingresos tendrán que salir de más impuestos, que le quitarán recursos a los sectores productivos y sociales. Una gran hipoteca sobre el futuro.
Finalmente, si sumamos el aumento de ambas deudas en los últimos 6 años tenemos una situación de adicción de deuda circular, que se financian y pagan con más deudas. Cada vez dependemos más del mercado de capitales, lo que es un gravísmo riesgo. Este economía necesita de nueva deuda de cerca de US$ 2,500 millones cada año para sostenerse y crecer. Está atrapada. Cualquier cambio cambiario, de tasas de interés o presupuestario interno, o externo de aumentos de tasas de interés, crearía un problema, tipo el actual de Argentina.
Uno se pregunta, ¿por qué el Banco Central desde el 2004 se ha embarcado en una política constante de colocación de certificados y letras, para recoger dinero en circulación, como medida de restricción monetaria? La explicación, entre otras, es que hay un círculo vicioso en el sistema. Mientras más endeudamiento del gobierno y los dólares entregados, hay más expansión monetaria, que tiene que ser compensada, con emisiones de contracción del Banco Central. Uno expande, y el otro contrae.
Claro a esta situación deuda-monetaria hay que añadirle la política de Banco Central de mantener manejada la tasa de cambio y de acumular altas reservas monetarias, comprando dólares en el mercado, pagandolos con certificados y notas, con buenos descuentos para los que venden divisas. Lindo negocio para los intermediarios. Ambas causas, crean una formidable bola de nieve ad-vitum.
Por último, el problema de la alta dependencia del endeudamiento público, crea un círculo vicioso muy peligroso de reenganches de bonos soberanos, que llevará al país a una posible crisis fiscal y de deuda, de no tomarse medidas urgentes de corrección, como la reforma fiscal integral, por el lado de los ingresos-impuestos y de gastos. El Estado tendrá que racionalizarse y eliminar el exceso de centros, consejos, institutos, comisiones y nombramientos con duplicaciones de funciones, clientelismos y más de 200,000 botellas.
El gobierno y el país debe preocuparse y actuar, y no dormirse en sus laureles autocomplacientes. Solo nuevas reformas estructurales y el cambio de modelo económico evitará el mal camino hacia el abismo en que estamos embaucados, sin aceptar las realidades a largo plazo. Como no cambian el modelo económico, será tarea de la sociedad cambiar al modelo político. Es decir, cambiar al PLD, en cualquier versión o tendencia.