“Demasiadas personas sienten que se están rezagando y que sus hijos tienen muy pocas oportunidades de salir adelante; debemos asegurarnos de que todos tengan la oportunidad de triunfar, sobre todo los más desfavorecidos, y que el crecimiento se vuelva verdaderamente incluyente.” — Gabriela Ramos, Directora de Gabinete de la OCDE y Sherpa ante el G20, quien también supervisa la Iniciativa de Crecimiento Inclusivo de la OCDE
No solo es el crecimiento económico insuficiente para garantizar la paz social, tampoco la reducción de la pobreza basta para prevenir las erupciones sociales. Ni siquiera la mejor distribución de los ingresos, medida por una reducción en el coeficiente de Gini, sirve de vacuna contra la inestabilidad política. El equilibrio social es un constructo que desborda el ámbito económico.
Así como el auge económico de un país puede ser desigual y de poco provecho para un amplio segmento de la población, la pobreza es relativa y su reducción es un alivio insuficiente para la mayoría que sigue muy lejos de los niveles aspiracionales de bienestar, a pesar de su creciente endeudamiento para el consumo. Y más importante aún, el crecimiento de la economía, la reducción de la pobreza y una mejor distribución de los ingresos importan menos a los jóvenes que el acceso a verdaderas oportunidades de crecimiento personal en un ambiente de protección para todos. Las expectativas de progreso juegan un papel clave en la paz social, sobre todo entre los jóvenes en ascenso, los protagonistas que corren a las barricadas cuando se sienten coartados por las estructuras de poder.
Los jóvenes no se contentan con ser menos pobres o incluso superar el umbral de la pobreza (definido como el nivel mínimo de ingresos para llevar una vida “tolerable”, que no deja de ser miserable), pues lo que todo el mundo quiere es reales oportunidades de progreso para sí mismo y su familia, léase movilidad social. Ser menos pobre, pero condenado a seguir en los primeros quintiles de ingresos, no debe ser el sueño de ningún joven, ni la aspiración de los padres para sus hijos. Lo que mejor provoca un estallido social es dificultar la movilidad o hasta crear la impresión de que podrás ser menos pobre, pero nunca ascenderás al tope: serás menos pobre, pero siempre condenado a permanecer atrapado en los primeros quintiles, nunca podrás ascender en la escala social. Por suerte los jóvenes con ambiciones no se contentan con el chupete de transferencias y subsidios para aliviar la pobreza en una relación de dependencia; lo que exigen son oportunidades para salir de abajo y transformar sus vidas en base a sus propios esfuerzos y méritos: movilidad social. Por lo menos sentir que sus hijos escalarán más alto que ellos porque gozan de las oportunidades necesarias para triunfar.
El verdadero progreso no consiste en hacer crecer la economía, aunque el pastel ciertamente crece cuando muchos individuos progresan. Reducir o incluso eliminar la pobreza no garantiza la paz social si los pobres de antes seguirán siendo los de menos recursos en el futuro, frustrando sus legítimas expectativas de escalar por sus méritos. Ni siquiera disminuir la brecha entre los que más tienen y los que menos consumen es suficiente para evitar convulsiones sociales, si siguen los individuos y sus familias atrapados en los estratos bajos a pesar de sus esfuerzos y méritos. La frustración de no poder cambiar las estructuras de poder, de no poder ascender en la sociedad, es el combustible de los estallidos sociales esperando la chispa- que puede ser de cualquier índole- para explotar: una ínfima alza en una tarifa del transporte público, una anomalía en un proceso electoral, una ley que vulnera derechos políticos adquiridos. Las chispas son explosivas cuando caen en el combustible del estancamiento social sin importar su origen.
Urge dedicar mayores esfuerzos a promover la movilidad social para todos, porque es la mejor manera de hacer crecer la economía, combatir la pobreza, disminuir la desigualdad en los niveles de consumo y mantener la paz social. “Debemos asegurarnos de que todos tengan la oportunidad de triunfar, sobre todo los más desfavorecidos”, y debemos medir el impacto de las políticas y programas sociales para poder afinar las medidas implementadas.
Fomentemos con ahínco la movilidad social para evolucionar en paz por el sendero del desarrollo humano.
“Los países necesitan instituir políticas que brinden a todos la oportunidad de tener éxito, señala la OCDE. Aumentar las inversiones en las políticas para educación —sobre todo a temprana edad—, a la salud y a la familia los que crearían condiciones más justas para los niños desfavorecidos y moderaría el impacto de las privaciones financieras en el futuro.”