La pandemia de Covid-19 tiene en ascuas a las familias que utilizan el sistema educativo público y privado, que estaría supuesto a iniciarse a finales del próximo mes de agosto.
La incertidumbre es mayor, en todos los componentes del sistema, porque también el año escolar se iniciaría con un cambio de gobierno y con un cambio en las principales autoridades del sistema educativo dominicano. Se cree que podría haber un cambio de visión, de prioridades, y se pondrían énfasis en la presencia y protagonismo de maestros y estudiantes, con condiciones aún sin definir. Por ejemplo, el uso de las nuevas tecnologías tan anunciadas y tan presentes en el pasado proceso electoral, a partir del lanzamiento del programa República Digital, que ha involucrado la compra de más de 600 mil computadores personales, que serían distribuidos entre alumnos y maestros, pantallas táctiles gigantes, que serían utilizadas en programas de educación automatizados, y se incorporaría un software contratado a la empresa Microsoft por el que el Estado ya ha estado pagando, desde el 2017, hasta 15 millones de dólares por licencias.
El ministro saliente de Educación, Antonio Peña Mirabal, ha estado trabajando en su propia despedida, en la entrega de los informes al nuevo incumbente, Roberto Fulcar, y en la transición necesaria en el mayor de los ministerios oficiales dominicanos.
Se entiende que a estas alturas el Ministerio de Educación tiene resueltos los nudos del inicio el año escolar el 24 de agosto. Pero no es así. Colegios privados, padres, maestros, asociaciones de estudiantes y otros grupos, reaccionan cada vez con más desenfado contra el inicio presencial del año escolar, debido a la expansión de la pandemia de Covid-19.
Corresponderá al nuevo ministro y a su equipo definir las formas que adquirirá la educación media e inicial dominicana. ¿Será presencial o será virtual? En cualquiera de las dos modalidades que se adopten, ¿está la educación en condiciones de afrontar los retos que implica ir a la escuela o asumir la escuela desde los hogares? No es pequeña la cuestión.
Hemos visto las campañas que se han iniciado contra el inicio del año escolar presencial. Los padres y madres dicen que no enviarán a sus hijos a contagiarse del virus, porque la escuela podría convertirse en un vector que dispararía en la población joven la pandemia de coronavirus.
En caso de ser escogida la opción virtual, no todas las escuelas, ni todos los maestros, ni todos los estudiantes, ni todos los hogares, están en condiciones de acoger clases por computadoras, o por internet. No todos los hogares tienen acceso a electricidad, ni todos los maestros tienen entrenamiento, ni todos los estudiantes tendrían equipos de conexión.
El Ministerio de Educación está obligado a pensar serenamente la opción que escogería. Lo primera será evaluar los almacenes del Ministerio y conocer cuántas computadoras tiene disponible República Digital para entregar a los estudiantes y a los maestros. Igualmente conocer cuánto tiempo conllevaría entrenar a los maestros del sistema, para que el año escolar se inicie virtual, sea comenzando con la educación secundaria o con la primaria. ¿Cuántas pantallas táctiles gigantes tiene disponible el Ministerio de Educación? ¿Cuántos y cuáles suplidores cumplieron su compromiso de entregar equipos que fueron licitados y les fueron adjudicados, se les pagó el dinero y si entregaron o no lo que se les pagó con el dinero del 4 por ciento del PIB para la educación.
No es una tarea fácil. Hay una búsqueda de consenso. Roberto Fulcar ha estado reuniéndose con los sectores involucrados, y está escuchando muchas sugerencias. Tendrá que escuchar también las ideas de los planificadores en salud y las perspectivas de la expansión del virus en el país. Es una decisión que no solamente corresponderá al Ministerio de Educación, sino que los sectores oficiales que manejan la estrategia contra el Covid-19 deberán asumir que el año escolar 2020-2021 es también un elemento fundamental para parar la pandemia.