Las tradiciones tienen un arraigo muy profundo en el alma y los sentimientos de los seres humanos. Desde que nacemos nos acostumbramos con las prácticas y costumbres que observamos y que, siendo niños, los mayores nos inducen a respetar y repetir. Cuando llegamos a edad adulta ya esas costumbres son prácticas y modos de desarrollar nuestras vidas y de celebrar, ya sean costumbres sociales, culturales, familiares o religiosas.

Cambiar una cultura, un comportamiento aprendido durante muchos años resulta difícil. Para algunos es imposible. Por eso, las autoridades del Ministerio de Salud y del Gabinete de Salud del gobierno han debido reflexionar sobre cómo inducir a las familias a reducir los contactos y encuentros con motivo de la navidad.

La pandemia de Covid-19 sigue activa, los casos continúan aumentando, la peligrosidad del virus está vigente, y se cree que el país podría tener un rebrote con motivo de las festividades navideñas.

En la navidad los jóvenes se casan, y hacen fiestas para celebrar sus uniones. Siempre depende de las condiciones de las familias. En India, por ejemplo, las familias ahorran durante años para realizar una celebración del matrimonio por todo lo ancho. Aquí es diferente. Y lo mismo pasa con la celebración de la cena de navidad, donde el encuentro de los hijos, hermanos, nietos, tíos es algo que forma parte de la tradición.

Generalmente los que viven en el exterior viajan a su paraje, municipio, ciudad. Traen sus maletas cargadas de lejanía, como dice el merengue. Refuerzan las remesas con las cargas de regalos que introducen en sus equipajes. En tiempo de pandemia los viajes se limitan, se reducen, pero siempre habrá cientos, miles, que no podrán perder la oportunidad de encontrarse con sus seres queridos.

Por más que las autoridades transmitan el mensaje de que celebremos desde la lejanía, de que no nos juntemos, de que no cenemos juntos, será poco probable que las personas, los familiares, los amigos, las parejas, los parientes cercanos y lejanos acepten esa recomendación. Y no se trata de descalificar la recomendación, sino de reconocer la fuerza de la cultura, el poder del sentimiento y el magnetismo de la tradición.

¿Significa esto que fracasó las autoridades? No necesariamente. Contra las costumbres es difícil navegar en los mares procelosos de la cultura. Lo que podemos hacer es montarnos sobre esas tradiciones y costumbres, y recomendar comportamientos saludables, incluyendo la disminución del alcohol, la prudencia en los abrazos, la pregunta sobre las pruebas y las recomendaciones sobre casos positivos de prevención y cuidado frente al Covid-19.

Aquí el mayor problema será el cuidado de los adultos mayores. Los abuelos y los padres y madres son el centro de las celebraciones de la navidad. Y por tanto ellos deben ser el objeto principal de los mensajes. Hacia el cuidado a esas personas es que debemos ir comunicacionalmente. No es complicado, pero son los adultos mayores los más frágiles en estos tiempos de expansión del virus y de descubrimientos de nuevas cepas.

En ese sentido es que debemos enfocar los esfuerzos de las autoridades. Si no es posible ir contra las tradiciones y la cultura, lo que nos recomiendan los manuales es aprovechar esas tradiciones y costumbres y colocarlas al servicio de la salud. Es lo más prudente, porque de que tendremos fiestas, cenas y celebraciones, las habrá, por más duro que nos afecte la pandemia. No hacer estas fiestas y celebraciones sería renunciar a nuestra condición caribeña y antillana, donde se amontonan las personas más alegres y parlanchinas del mundo.