Un presidente es derrocado y la persona impuesta como sustituta por el gobierno de facto proclama que la Biblia volverá a la casa presidencial, y no disimula su desprecio por las expresiones culturales y tradiciones del pueblo aborigen. Solo faltó la espada. Como si todavía se debiese sumisión a la metrópoli imperial del otro lado del Atlántico.
En Santo Domingo un ministro, cumpliendo con su deber, dispone que se trabaje para comenzar a educar desde los primeros grados sobre la equidad entre niñas y niños, con la finalidad de prevenir la violencia contra las mujeres, y poco faltó para que se pidiera la muerte en la hoguera o por lapidación para ese funcionario.
Las mujeres denuncian la violencia que las afecta, los feminicidios e intentos de asesinatos, y algunas voces gritan rechazando esos reclamos, como si les molestara que se haga visible ese grave problema.
Mientras tanto, cada día aumenta el número de mujeres, niñas y niños víctimas de los asesinatos cometidos por hombres machistas, y se descubren nuevos casos de incesto, de sacerdotes y pastores protestantes que violan menores puestos a su cuidado en iglesias o escuelas.
Al unísono, candidatos ultraconservadores se disputan el discurso más anti derechos civiles y humanos. Están convencidos de que así obtendrán seguidores y votos. Llegan al absurdo de negar la existencia de los feminicidios y prometer la eliminación del Ministerio de la Mujer.
Todo esto aderezado con una empalagosa alusión y permanente invocación a "Dios". Y tienen como modelos ideales a los Duterte, Bolsonaro, Pinochet, o Trujillo. Habría que preguntarse por qué no confían su suerte electoral al Dios que dicen representar, en lugar de pactar con líderes que nada tienen que ver con dioses y credos.
¿Están en campaña porque hay almas que salvar o cargos públicos con ventajas desde los cuales medrar?
Cosas de la política y de la fe.