Hay que comprender los fenómenos sociales, para poder establecer las vías, estrategias, tácticas, procedimientos o como quiera llamársele, para la creación de humanidad. A mi entender, es en la sociedad y en las personas que la componen donde se puede lograr el cambio. Si seguimos actuando desde la lógica de que solo importa lo que me conviene en lo particular, aunque se hunda todo lo demás, evidentemente vamos por un camino complicado. Aunque parezca “ilusión”, la evidencia señala que solo trabajando por el bien común, eso que Edgar Morín explica como adquirir “sentido planetario” vamos a poder subsistir como especie.

Cada vez resulta más imperativo reconocer y considerar la necesidad de implantar la lógica de la solidaridad, compañerismo y reconocimiento de la legitimidad personal individual y colectiva. A pesar de que quienes detentan el poder político, económico y financiero consideren y nos hayan hecho creer que son expresiones vacías en el mundo “real”.

Veamos el caso de la corrupción: ¿Cómo surgió y operó esta práctica para convertirse en un régimen cotidiano de permisividad colectiva? ¿Qué hizo posible que la corrupción sistémica sea “naturalizada” socialmente? ¿A qué obedece que múltiples aproximaciones a esta situación se realicen buscando  justificaciones, sean históricas, contextuales o estructurales? Hago un llamado a que nos demos cuenta que este tipo de razonamiento imbricado en justificaciones, por lo regular crean dos tipos de efectos:1) Efecto limitante, porque si siempre ha sido así “no hay nada que hacer, yo no puedo cambiarlo”; y 2) Efecto habilitante, porque “si siempre ha sido así, mi alternativa es aceptarlo, si no lo hago me puedo quedar fuera y pobre”.

En la República Dominicana, lamentablemente se ha establecido un régimen de práctica social colectivo imbricado de corrupción e impunidad. Comprendiendo esta realidad tendríamos que estar trabajando para que los condicionamientos que han hecho “costumbre” la actuación corrupta y propiciadora de impunidad no sean los dominantes. Podría ser de gran ayuda tener investigaciones para comprender esta naturalización de la corrupción. Quizás desde ahí tendríamos la posibilidad de realizar un abordaje para desmontarla; mientras tanto, en el camino, sería bueno que demos una mirada a grandes propuestas que sabemos pueden colaborar en la construcción de esa sociedad necesaria, para vivir desde la paz.

Propongo retomar a Freire, con sus pedagogías que invitan a construir sociedad desde la conciencia de los problemas sociales que se viven a diario y afectan de manera directa la vida de las personas; a Kate Millet y el necesario reconocimiento de que para hacer efectivo los derechos de las mujeres, tenemos que aprehender que lo personal es político; a Marcela Lagarde y su filosofía feminista de trabajar para la paz; a Morin, y su educar para la compresión humana como garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad. Y a muchísimas personas más que se inscriben en la idea de que el planeta puede ser suficiente para la humanidad si aprendemos a vivir desde el amor en lugar de estar en una competencia constante.

Me gusta pensar en que es posible recuperar el sentido comunitario. Ese hacer colectivo desde el barrio, el ensanche, el campo, el municipio, la provincia, trabajar desde la base de la sociedad. Crear grupos de lectura comprensiva, teatro, poesía, pintura, danza, filosofía. Reconstruir la política como vocación de trabajo para el bien social.

Yo quisiera que nos viéramos en el espejo de Colombia, un país que está renaciendo luego de que por ahí por el 1984 inició un proceso de deterioro que significó infinidad de muertes, violaciones y abusos; mucho dolor y sufrimiento. Por mencionar dos hechos: 1985, Toma del Palacio de Justicia, con un saldo de 98 asesinados entre ellos diez magistrados y una magistrada de la Corte Suprema de Justicia. 1989, asesinato de Luis Carlos Galán, candidato a la Presidencia con posibilidades de ganar. Podrán decirme que los problemas de Colombia eran otros, pero el ejemplo es válido en el sentido de que refleja situaciones de desborde por mal manejo, descuido y poca previsión de las personas a cargo de la conducción del Estado.

Si es cierto lo que decimos a diario que este país nos duele, lo amamos y queremos lo mejor, es urgente repensar los abordajes, redefinir las estrategias, encontrar nuevos caminos hacia la construcción de democracia y actuar en consecuencia. “A imponer los nobles principios, que reclama la Constitución[1]”.

Me resisto a la idea de que “todo está perdido”. Hay mucha gente valiosa en este mundo y en este país. Si el concepto humanidad está referido a la cualidad de compartir con generosidad, equidad y desprendimiento. Si es la manifestación de la condición humana para posibilitar la convivencia y el respeto a los derechos, se nos hace imprescindible reconocer que construir humanidad solo es posible desde una convivencia que dialoga y comparte.

John Lennon, lo dice mejor que yo…

Imagina que no hay posesiones,
me pregunto si puedes.
Sin necesidad de gula o hambruna,
una hermandad de personas.
Imagínate a todo el mundo,
compartiendo el mundo[2]

[1] Himno de la Revolución de Abril.

[2] IMAGINE, John Lennon