Luis Abinader es el primer presidente dominicano nacido en época posterior a la muerte del dictador Rafael Trujillo y su discurso con motivo del 60 aniversario del ajusticiamiento del tirano justifica en parte su tono abiertamente crítico ante un período aciago de la vida nacional.

Su pieza oratoria configuró un hito desde el solio presidencial, ya que es la primera vez que un gobernante oficializa una postura ante aquel régimen de oprobio. Abinader  no se ahorró nada para describir lo que fue aquella satrapía, una etapa oscura en el que reinó el desfalco, el crimen y el abuso de toda laya.

Sin embargo, desde su desaparición física en 1961, Trujillo ha sobrevivido con sus prácticas infames en  élites, cenáculos, mentideros y en cada mentalidad que todavía desea revivir el lastimoso autoritarismo que postró al país durante tanto tiempo.

Enquistados en los entresijos de poderes fácticos, los herederos de la vileza que gobernó entonces han sido siempre reacios a que se investigue oficialmente la ignominia que se entronizó entonces. Mucho menos a que se clarifique sus vínculos y perversas secuelas.

Justo es el momento en el que el presidente Abinader ha de completar su inédita convicción en tanto  Presidente de la República, creando una Comisión Oficial de la Verdad. Para recuperar y  otorgar plena vigencia a la memoria histórica.  La idea no es nuestra, sino de Roberto Alvarez, el actual Ministro de Relaciones Exteriores, quien durante varios años ha sostenido esta propuesta. Nosotros la retomamos.

Durante treinta largos y ominosos años, Trujillo, parientes y secuaces en toda la escala social, se apropiaron del Estado para enriquecerse, mutilaron derechos, asesinaron opositores  y exiliaron a quienes osaron disentir.

El pueblo dominicano, las familias que perdieron seres queridos y propiedades, la Historia misma tienen derecho no solo a saber la verdad, toda la verdad de lo ocurrido. También lo tienen a la satisfacción de que se establezcan responsabilidades para que las futuras generaciones no sufran las barbaridades que caracterizó a la falsamente denominada ´Era de Trujillo´.

Una Comisión de la Verdad hurgaría así en un pasado reciente que no por pasado contiene rasgos tan asentados en la cultura actual que son capaces en sí mismos de reproducirse como hongos venenosos en una sociedad que debe superar esa herencia maldita que fue el trujillismo.

Investigar, esclarecer, fijar consecuencias y conformar un recuento aleccionador sobre la dictadura de Rafael Trujillo sería un aporte de valor inestimable para que en cada aniversario del ajusticiamiento no se advierta con un rictus de sobresalto que El Jefe puede  estar a punto de regresar.

Hay tantos torturados, aún sobrevivientes, que esperan justicia. Hay tantos hijos y nietos, y esposas y esposos de asesinados y torturados durante la tiranía, que siguen esperando respuestas. Es justo que haya un tribunal que establezca la verdad definitiva, y la justicia histórica para los dominicanos y dominicanas que ofrendaron sus vidas por la libertad.