Hoy se conmemora el 50 aniversario del ajusticiamiento del dictadora Rafael Leónidas Trujillo Molina. Para recordar este hecho, este domingo acaba de darse apertura al Museo de la Resistencia, con un amplio homenaje a todos los que hicieron oposición al dictador y a su régimen de oprobio y sacrilegio contra el pueblo dominicano.

El acontecimiento es importante, porque a partir de ese ajusticiamiento nuestro país comenzó a recibir los aires libertad y democracia que siempre mereció. Se ha dicho, y un merengue lo popularizó, que el 30 de mayo es el día de la libertad para los dominicanos.

En los últimos meses se han realizado charlas, entrevistas, conferencias, se publicaron libros sobre el 30 de mayo de 1961, cuando un grupo de valientes y patriotas tomó la decisión de buscar la libertad por medio de la eliminación de Trujillo.

No se trató de una acción personal y de retaliación de los héroes que emprendieron el plan, sino de una decisión política profundamente democrática, que buscaba lanzar un proyecto de nación diferente, con elecciones, y un proceso democrático sin ambiciones personales para los miembros del grupo de la conjura.

Trujillo y su dictadura representaron la falta de institucionalidad, el irrespeto a la ley, a la Constitución, el robo descarado de los recursos públicos, el nepotismo en las funciones estatales, el uso y abuso de entidades como el Congreso Nacional, el Poder Ejecutivo, la justicia, los municipios, y hasta la postración de intelectuales, políticos, diplomáticos, empresarios, quienes servían al dictador incondicionalmente, so pena de sufrir las consecuencias de sus iras y arrebatos.

Hasta la vida privada fue marcada por la dictadura, por la falta de libertad, por una prensa abominable y entregada a la difamación y a engrandecer la figura del sátrapa. Fue la época del foro público, de Radio Caribe y de otras vagabunderías que permitieron a personajes como Johnny Abbes García ser amo y señor, pese a ser un encarnizado represor, abusivo y alevoso en la manera de conseguir la entrega del alma de la sociedad al dictador.

La dictadura, el dictador, el culto a la personalidad, los rigores del poder que instaló y que aún se mantienen en muchos aspectos del Estado, son el atraso y la negación de la libertad que el país necesita, con la institucionalidad, el respeto a la ley, al libre tránsito, a la libertad de emprendimiento, de opinión y de acción en el campo político, cultural, empresarial, religioso, entre otros.

Algunas cosas no se dieron como fueron planeadas, pero una tarea que aún sigue pendiente –según García Michel- es hacer justicia con los muchos criminales que estaban al lado y al servicio del dictador y que se beneficiaban del paño de sangre que este había puesto en marcha, contra ciudadanos de todas las categorías y contra gente deseosas de que hubiese democracia en el país.

Durante los 50 años que han transcurrido luego de la muerte del dictador, han sido muchas las vicisitudes del pueblo dominicano, incluyendo una intervención extranjera, pero jamás el país ha dado señales o intereses de querer volver a ese pasado tenebroso.

Quienes elogian el “orden y la disciplina” durante la dictadura no se imaginan que eso se lograba con el abuso, con el crimen y la impunidad y con el abuso de todo el poder, puesto al servicio de lo más execrable que pudo haber pasado por el gobierno de los dominicanos: un dictador enfermo, megalómano, narcisista, acaparador, estuprador, violador sexual y criminal político como Trujillo.

Nuestro reconocimiento y homenaje a los héroes nacionales que participaron con sus acciones en el movimiento del 30 de mayo de 1961, que fueron muchos y que sobrevivieron varios, no dos como se ha dicho, pero que la historia ha olvidado, lamentablemente, a muchos de los héroes que se pusieron al servicio de la causa de la libertad del pueblo dominicano.