El resultado preliminar de las elecciones en los Estados Unidos proyecta ganador al candidato demócrata Joe Biden. Ha sido una contienda electoral muy singular, no solo porque se organizó y llevó a cabo en medio de la crisis sanitaria de la pandemia Covid-19 y la crisis económica derivada de ésta, sino por las tensiones que ha vivido Estados Unidos en el cuatrienio del presidente Donald Trump.
El empresario inmobiliario Donal Trump, un outsider de la política, se inscribió en el Partido Republicano, hizo una campaña interna actuando como lo hacía en sus espectáculos de televisión y logró vencer a sus competidores para hacerse con la candidatura presidencial para los comicios de 2016.
Como candidato republicano se comportó igual que hizo de precandidato: insultando, mintiendo, irrespetando a cualquier persona que no le agradara o que no se sumara a sus aspiraciones políticas.
Por el sistema de voto indirecto de Estados Unidos, en el cual la mayoría de la población no necesariamente cuenta para elegir a sus gobernantes, Trump logró convertirse en presidente en 2016 pese a que obtuvo casi 3 millones de votos menos que su competidora de entonces Hillary Clinton, del Partido Demócrata.
Donald Trump desde el poder nunca dejó de actuar como si estuviera en sus espectáculos de televisión y en permanente campaña electoral. Todos los días repartía insultos, acusaciones temerarias contra personas, instituciones y empresas estadounidenses y de cualquier país del mundo. Y en un hecho nunca visto en EEUU, el presidente Trump arremetió contra los medios de comunicación y los periodistas, poniendo fin a una centenaria tradición de respeto del gobierno estadounidense al ejercicio periodístico y a la libertad de prensa.
Es triste y hasta patético (en el peor de los significados) que un gobernante avergüence a sus conciudadanos o genere incertidumbre cada vez que emita alguna declaración
Hacia el exterior, el presidente Trump generó desconfianza y distanciamiento con los aliados más antiguos de Estados Unidos, sobre todo en la Unión Europea. Y ni qué decir de América Latina. Nunca guardó las apariencias. A algunos países latinoamericanos los calificó de "hoyos de letrina" y hasta llegó a decir que prefería a los inmigrantes provenientes del norte de Europa. De los mexicanos, sus vecinos más cercanos del sur, Trump dijo que eran todos delincuentes y prometió construir un muro en la frontera y obligar a México a pagar su costo.
Aunque para esta derrota el presidente Trump seguro buscará enemigos y conspiradores internos y externos, es evidente que el humillado gobernante republicano cavó su propia tumba. Su irrespeto, sus mentiras y engaños (exagerar estadísticas de sus supuestos logros o inventarlas sin ningún sustento), sus contradicciones e incoherencias le fueron aislando. Sus más cercanos colaboradores renunciaban o eran echados por el gobernante. Perdió apoyo dentro y fuera de su partido.
La institución de la Presidencia, de cualquier país, requiere de quien la ejerza un mínimo de prudencia, mesura, educación e inteligencia emocional. Es triste y hasta patético (en el peor de los significados) que un gobernante avergüence a sus conciudadanos o genere incertidumbre cada vez que emita alguna declaración.
Donal Trump terminó enredado y derrotado por sus propias mentiras. Ojalá que el presidente Biden reencauce a Estados Unidos por un sendero menos conflictivo dentro y fuera de sus fronteras. O que por lo menos le devuelva la solemnidad y respeto a la presidencia estadounidense.