Cumplidos cien días desde que fuera integrada la comisión de alto nivel que estudia la reforma de la Policía Nacional, y con un informe preliminar que resume sus trabajos, es oportuno enfatizar sobre el cambio real que espera la ciudadanía de tan importante institución.

Y para colocar esa aspiración tan sentida en su correcta perspectiva, debemos partir de presupuestos que no por amargos son imprescindibles de considerar. 

La Policía Nacional es una entidad con una reputación nada envidiable, con unos métodos de trabajo anquilosados, distorsiones de toda suerte y prácticas corruptas harto conocidas.

El rol de primera magnitud que ha de jugar la Policía en la sociedad tropieza con desviaciones despreciables y hábitos impropios que limitan su eficacia cuando no simplemente la anulan.

La reforma policial persigue una transformación cuyo alcance debería satisfacer determinados postulados con tal de que la frustración no sustituya la expectativa generalizada de buenos augurios.

La oscura conveniencia de sectores internos y externos a la Policía han resistido y trastocado por años anteriores intentos de reformas. El presidente Abinader ha puesto de relieve que esta vez no se puede fallar.

Y es que la Policía debe cambiar de arriba a abajo, profundamente. En este objetivo no caben medias tintas.

Si bien la mejora del salario es positiva, es solo un factor entre varios que precisa la institución para verla convertirse en una Policía del siglo XXI. El país necesita y reclama una Policía entrenada más allá de la doctrina represiva trujillista, dotada de instrumental técnico apropiado y con una preparación actualizada para enfrentar los viejos y modernos desafíos de la delincuencia.

Y sobre todo, requerimos de una Policía que supere el marco ya desfasado en el que fuera creada par dar paso a un ente capaz de despertar en la ciudadanía la credibilidad hace muchos años perdida.

Esa aspiración será satisfecha solo cuando la Policía se conduzca como un cuerpo enteramente profesional, ajeno a espurios intereses de dentro y fuera de la institución, y que despierte confianza en la población.

Esperamos que la comisión presidencial haga posible una transformación de la Policía Nacional que la coloque en posición de ser una efectiva auxiliar del Estado en el mantenimiento del orden y la prevención y control del delito.

Es la Policía Nacional que queremos. No más. Tampoco menos.

 

Condolencias

El fallecimiento de la señora Yolanda Reyna, madre del ex presidente Leonel Fernández, enluta a muchas personas en todo el país, más allá de los simpatizantes y aliados del doctor Fernández, y de sus hermanos y otros allegados.

Una característica muy notoria de la señora Yolanda Reyna fue siempre su discreción y su lejanía de los mecanismos de poder, que durante tres períodos de gobierno tuvo su hijo. Siguió viviendo en el mismo lugar de siempre, rodeada de personas de su entorno y guardando siempre la distancia de los oropeles y aspavientos del poder.

Una caída casi al cumplir los 94 años, la postró y la llevó a sala de cirugía, lo que se convirtió en una grave dolencia y en consecuencias funestas. Deseamos paz a su alma y expresamos nuestras condolencias a sus deudos, incluido su distinguido hijo, doctor Leonel Fernández. Que las prolongadas y diarias oraciones de Doña Yolanda le permitan alcanzar la luz y el descanso eterno.