En su carta al secretario de Estado Mike Pompeo, solicitándole utilizar los instrumentos diplomáticos para evitar que en la República Dominicana se modifique la Constitución de la República, el senador demócrata Bob Menéndez habla de democracia, corrupción y de falta a las reglas democráticas en los países de América Latina.
Los nacionalistas dominicanos son muy extraños, pues han valorado y defendido esta absurda intervención de un senador de los Estados Unidos, quien solicita que nuestra país sea sometido a presión por razones políticas internas, nuestras, y no de los Estados Unidos.
Pero además, el mensajero, el señor Menéndez, es una personas altamente cuestionada, que fue investigada por sus cruces amorosos en la República Dominicana, precisamente vinculado con grupos neonacionalistas, que celebraban parrandas y bebentinas con los fondos de los ciudadanos de Estados Unidos que eran extraídos por el médico Salomón Melgen.
No es necesario entrar en consideraciones sobre lo que solicita como castigo para los dominicanos el senador Menéndez, pero sí hay que decir que a él no le corresponde, porque no es ejemplo, para acusar de corrupción, ni de fallo democrático a un país que ha sido intervenido militarmente dos veces por los Estados Unidos, y que ha soportado la injerencia más grosera, de personeros como él, en los asuntos que solo atañen a los que nos corresponde por derecho, por territorialidad y por ciudadanía, defender la soberanía dominicana.
Por situaciones como estas es que los nacionalistas dominicanos no son creíbles. Todo es según la conveniencia. Ahora hay razones políticas que ellos entienden favorables para que personajes como Bob Menéndez se ocupen de pedir al gobierno de los Estados Unidos intervenir descaradamente en nuestras decisiones.
Ya los veremos pidiendo, como lo hizo en 1916 el abogado Pelegrín Castillo, que la Intervención militar de los Estados Unidos era una actuación civilizatoria sobre un pueblo de salvajes.