Recibamos este 2017 con la esperanza de que nos traerá menos tragedias, más conocimientos, desarrollo, transparencia, equidad, justicia, paz y todos los buenos deseos que siempre escribimos por la llegada de un nuevo conteo regresivo. La experiencia del 2016, como hemos dicho, ha sido terrible y deseamos un año con menos traumas y con más propósitos cumplidos.

Como país son muchos los objetivos que podríamos trazarnos.

Más transparencia en la administración pública.

Más calidad en la educación en general, y que la inversión que se realiza en esa área se convierta en rentable socialmente, con ciudadanos más educados, respetuosos y decididos para mostrar interés por la prosperidad en todos los sentidos.

Una justicia más independiente de los poderes políticos y económicos, con credibilidad y voluntad para que las leyes se cumplan y se apliquen igualmente a todos.

Una mejor calidad del gasto público, en particular en la defensa del dinero como bien común destinado a reducir la pobreza, las desigualdades y saldar la deuda social acumulada con tantos años de iniquidad y pobrísima distribución de los bienes públicos.

El funcionamiento de un Congreso Nacional que conozco el sentir de la ciudadanía, y que los legisladores voten en atención a los reclamos de sus votantes, y a sus necesidades, y no a la orientación de un partido político.

Por unos partidos políticos que se rijan por la democracia interna, por el centralismo democrático, por el buen funcionamiento de sus organismos, y en donde se respete la democracia interna, en particular la democracia de elegir a sus dirigentes y candidatos. Que dejemos atrás los acuerdos de aposento para decidir el discurrir de los partidos y de la política.

Por el funcionamiento de los órganos electorales de forma democrática, equitativa y transparente, y en donde las decisiones se ajusten a las normas y no a la orientación o voluntad política de sus integrantes. Que tanto la Junta Central Electoral como el Tribunal Superior Electoral se apeguen al rol que les corresponde jugar para el fortalecimiento del sistema democrático, y no para la destrucción de las fuerzas políticas que deben sostener el sistema electoral que nos hemos dado.

Que la sociedad civil pueda jugar su rol, de presionar y aportar propuestas para que los gobernantes sean mejores y actúen de acuerdo con las leyes.

Que las academias de educación superior mejoren calidad de sus programas de formación profesional y que privilegian las áreas del conocimiento que más necesitan nuestros sectores productivos.

Que los grupos empresariales dominicanos, y las organizaciones que los representan, apuesten por la transparencia, se empeñen en que el país pueda ser competitivo económica y políticamente, y que dediquen una parte de sus utilidades al desarrollo democrático, como forma de garantizar la sostenibilidad de un sistema que con frecuencia se siente agotado, excesivamente sangrado por políticos ambiciosos y desaprensivos, que solo apuestan al enriquecimiento particular.

Que en este 2017 problemas como la electricidad, el transporte público, la seguridad ciudadana, y muchos otros servicios, mejoren en forma significativa, y que la gente pueda encontrar razones para confiar en los servicios de las entidades públicas, incluyendo educación, salud y seguridad social.

Sabemos que es mucho pedir, que esta lista de deseos puede ser ampliada, pero es obvio que con dos o tres de estos deseos que se cumplan sería ya un éxito para la República Dominicana, cuando pasemos balance al 2017.

Bienvenido sea el 2017.