Los políticos no necesitan de armas de guerra para sus actividades, a menos que sean guerrilleros o pretendan hacer la guerra fratricida.

Es frecuente que políticos, del gobierno y de la oposición, lleven en sus vehículos armas de guerra. O que guarden en sus casas arsenales que incluyen fusiles, metralletas, pistolas y otros elementos de las milicias.

Una cosa es conservar las armas como colección, que ya se sabe hay políticos que las conservan. Hay quienes guardan un fusil de Caamaño, una pistola enchapada en oro que era de Trujillo o trabucos antiguos.

Legisladores transportan en sus vehículos metralletas uzi, fusiles M16 y otros artefactos de guerra. Todo el que tiene un arma debe saber usarla y debe tener la intención, si se le presenta el caso, de ponerla en acción.

Eso quiere decir que el político que porta una metralleta está dispuesto a utilizarla. Es impensable que alguien con una profesión que utiliza las ideas quiera dirimir los asuntos de vida con armas. En realidad es un poco extraño.

Llevar un arma de guerra y no saber utilizarla es peligroso. Incluso es correr el riesgo de que otro la utilice contra el que la lleva.

Recientemente Ricardo Jacobo, del PLD, resultó afectado por un robo, y entre los objetos que le robaron de su casa había 4 armas de guerra. Insólito. El Procurador Francisco Domínguez Brito ha dicho que quienes entregan esas armas son los militares para congraciarse con los políticos y los empresarios.

El ministro de las Fuerzas Armadas, Sigfrido Pared, comenzó a recoger las armas de guerra en manos de los políticos. Buena decisión. Que no debe terminar hasta que se complete el proceso y todos los civiles que tienen armas de guerra las entreguen o se las quiten.

Felicitamos al procurador Domínguez Brito y al ministro Pared Pérez.