Los dirigentes políticos no suelen tomar la iniciativa cuando de transparencia y rendición de cuentas se trata. A menos que estén seguros de que, a cambio, obtendrán ganancia de causa para sus metas en sus afanes por hacerse con el poder gracias al voto de la ciudadanía.

Y esta costumbre inveterada no es exclusiva de los políticos dominicanos ni de los países menos institucionalizados. Incluso en las sociedades más abiertas y avanzadas la clase política no tiende a la transparencia, pues siempre media el cálculo frío de cuán conveniente puede ser cada acción, cada paso que puedan dar.

Por eso es importante, imprescindible, que la ciudadanía exija a sus políticos que sean transparentes, que cumplan con las leyes, que den el ejemplo, que siempre estén disponibles para los medios de comunicación, y a través de estos para la población.

Los dirigentes políticos dominicanos, tanto desde su condición de líderes partidos y facciones, como desde los cargos públicos que ocupan por elección popular o por designación del Poder Ejecutivo, que es lo mismo que una elección indirecta, se creen con el derecho de no rendir cuentas, de callar sobre temas de alto interés público e incluso de mentir.

Y la población nuestra históricamente ha mostrado una pasividad hacia ese abuso de los políticos que le ha resultado muy dañina, pues los funcionarios hacen y deshacen sin rendir cuentas; y los que aspiran al poder, se creen con el derecho de ocultar situaciones de interés público que tocan a su persona.

Un ejemplo que viene al caso es el de Amable Aristy Castro, dirigente del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) y aspirante a convertirse en Presidente de la República.

Cuando se filtró a los medios de comunicación que la visa norteamericana le fue retirada en el año 2006, en todo momento se negó a dar explicaciones, como si no se tratara de un hombre público.

Luego, cuando el visado le fue restituido convocó feliz a la prensa a mostrar su pasaporte.

Pero resulta que ahora ha quedado evidenciada la verdad al publicarse el cable de la Embajada de Estados Unidos en Santo Domingo, que forma parte de los informes confidenciales puestos a disposición del público por el portal Wikileaks.

A Amable Aristy Castro se le investigó por problemas de narcotráfico y lavado. Aunque el cable no lo explica en detalles, se colige que si el visado le fue restituido es porque el dirigente reformista llegó a algún tipo de colaboración con EE.UU o porque no fueron halladas evidencias fuertes en su contra.

Si Amable Aristy Castro hubiese explicado en su momento este asunto, habría quedado mejor parado ante la nación. Hoy es un político totalmente desacreditado y sobre el cual pesan muchas interrogantes negativas.

Y la ciudadanía debe exigirle que ofrezca una explicación detallada de lo ocurrido. Quien nada teme, nada oculta.