Falleció en el día de ayer, 17 de junio de 2021, Antonio Lluberes Navarro, sacerdote jesuita. Nació en esta ciudad de Santo Domingo, en 1946. Sus años juveniles sembraron en su espíritu una pasión por la justicia y la democracia que brillaban por su ausencia en el suelo dominicano.
Por su discreta personalidad, su temperamento flemático y su conocimiento sapiencial de la naturaleza humana, no es de extrañar que en la opinión pública no se conozca a uno de los dominicanos más cabales. Ton, como lo llamaban sus amigos, era uno de los dominicanos más dominicanos en cuatro facetas distintas, pero complementarias.
Como historiador e investigador social, conocía con finura y documentación sólida los procesos sociohistóricos que han conformado de un modo tan peculiar a la colonia más antigua de América.
Como individuo, era un profundo amante de las cosas dominicanas, de las pequeñas historias, de las tradiciones que las familias dominicanas se pasan de boca en boca y de mano a mano.
Como ciudadano, Antonio Lluberes apoyó las causas y movimientos sociales y políticos que reforzaran la institucionalidad democrática y la justicia social en beneficio del pueblo dominicano.
Como sacerdote jesuita, asumió, recreó y fundó instituciones e iniciativas que la sociedad dominicana seguirá agradeciendo por décadas.
Aun antes de completar un máster de historia social en Estados Unidos en 1979, Antonio Lluberes comenzó a estudiar de manera sistemática los sistemas agrícolas dominicanos, especialmente la caña de azúcar y el tabaco. Se interesó desde joven por el germen de democracia sembrado por la Constituyente de Moca de 1857-1858, asociada justamente al modo de producción agrícola de la región cibaeña. Sus primeros escritos aparecieron en la legendaria revista Eme Eme de la Universidad Católica Madre y Maestra, donde había estudiado filosofía.
A Antonio Lluberes debemos la única historia de la Iglesia católica dominicana completa con que contamos hoy día, publicada casi 100 años después de la clásica obra de Carlos Nouel, Historia eclesiástica de la arquidiócesis de Santo Domingo, Primada de América. La obra de Lluberes se titula Breve historia de la iglesia dominicana 1493-1997, ya está agotada; esperemos contar con una nueva edición en breve.
Siguiendo en el ámbito académico, habrá que agradecerle a Antonio Lluberes la refundación de la revista Estudios Sociales en el año 1983, la fundación en 1985 del Instituto Filosófico Pedro Francisco Bonó y su gran biblioteca, que constituyó el núcleo inicial de las actividades de lo que años después sería el Centro Bonó. Gracias a esta iniciativa humanística de Lluberes la sociedad dominicana ha recuperado la significación histórica de quien hoy es considerado la figura emblemática del pensamiento social dominicano.
Desde los espacios discretos en que se movía, Lluberes mantenía el contacto con importantes investigadores y pensadores, siempre en busca de una comprensión más justa de los procesos sociales dominicanos. Mantenía relaciones fluidas con grandes personajes históricos como Juan Bosch, y con destacados intelectuales que formaban el círculo de sus amigos cercanos, como Carlos Dore Cabral, Rubén Silié, María Filomena González y Walter Cordero. Igualmente, trató de manera afable y cercana con los historiadores dominicanos más reconocidos, como Roberto Cassá, Frank Moya Pons, José Chez Checo, Mu-kien Sang Ben y Raymundo González, por señalar algunos.
En su trabajo de hormiga, congruente con su personalidad, Antonio Lluberes fue recreando y creando iniciativas por los espacios que pasaba. Como director de Radio Santa María (1989-1996) creó el Concurso de Cuentos Radio Santo María (1992), que se ha convertido en toda una institución nacional, promotora de las letras dominicanas. Como rector del Instituto Politécnico Loyola (1996-2003) renovó la propuesta curricular, amplió la relación con la comunidad sancristobalera y creó la incomparable Feria Técnica de Creatividad e Innovación Loyola, una actividad educativa única en su clase en el territorio nacional. Como director del movimiento de educación popular “Fe y Alegría” (2008-2013) fundó la Orquesta Joven Filarmónica Fe y Alegría, consciente del potencial formativo espiritual de la música sinfónica.
Sin embargo, Antonio Lluberes fue ante todo sacerdote, miembro de la Compañía de Jesús. Fue en el marco de las misiones que le asignaron sus superiores jesuitas que construyó tantas iniciativas novedosas y acogió a tantos jóvenes que comenzaban a dar sus primeros pasos como académicos, como ciudadanos o, sencillamente, como seres humanos.
Gran amante de la Iglesia, que la sabía santa y pecadora, colaboró con la reflexión y la formación socioteológica como profesor de historia en el Seminario Santo Tomás de Aquino, en el Instituto Bonó, en diversas escuelas de teología para laicos, y como orador especial de incontables conferencias en congregaciones religiosas, centros educativos y espacios parroquiales. Igualmente, asesoraba y escribía de manera discreta, pero sostenida, en publicaciones católicas como la revista Amigo del Hogar, el periódico Camino y la revista Raíces. Su gran preocupación era mostrar la necesidad del aggiornamento, proclamado por el Vaticano II, para que el evangelio no perdiera su sal en medio de los procesos de modernización dominicanos. Esta praxis eclesial no le impedía que esporádicamente se animara a publicar sus reflexiones quirúrgicas sobre la actualidad social en la prensa escrita nacional, como lo hizo varias veces en este periódico Acento.
Quienes pudieron tratar a Antonio Lluberes, Ton, podrán decir que conocieron a uno de los sacerdotes más eminentes de la historia dominicana y a uno de los seres humanos más entusiastas de las grandes iniciativas de bien, no obstante el espíritu de discreción y el halo de retraimiento que lo acompañaban. ¡Que descanse en paz! Y que su talante humano, espiritual y ciudadano nos anime en estos tiempos de incertidumbre.