Estamos despidiendo hoy el último día del año 2020. La humanidad fue sorprendida a principios de este año, desprevenida absolutamente, por el coronavirus cuyo punto de partido se ha situado en Wuhan, China. Todo esto sin que el mundo tuviera previsiones, planes de contingencia o modelos que ayudaran a configurar una estrategia global de respuesta y protección de los seres humanos.
Dejando detrás las variopintas teorías de conspiración, las manipulaciones, desinformaciones y ocultamientos, y asumiendo como reales los datos publicados por la Universidad de Johns Hopkins, hasta el momento 83 millones de personas han asido afectadas por el Covid-19, 1.8 millones de personas han fallecido como consecuencia de la pandemia, y la economía global ha sido duramente golpeada.
Al unísono, los populismos han facilitado que los peores sujetos de la política global se enseñoreen sobre la ignorancia de muchos pueblos y han debilitado fuertemente los sistemas de gobierno. Algunas naciones han sufrido más que otras las consecuencias de la irresponsabilidad de sus dirigentes, como hemos visto en Estados Unidos y en Brasil, por poner dos casos cercanos.
El pueblo dominicano ha sufrido los embates de esta pandemia. Todos hemos perdido personas queridas, parientes, compañeros de trabajo y amigos.
Hemos dado pasos positivos, que no imaginamos que serían posibles, como un cambio de gobierno y los esfuerzos por un proceder ético de los funcionarios, desde el presidente de la República hasta los regidores de los cabildos locales.
La República Dominicana enfrenta el impacto de la pandemia, tanto en la salud como en la economía. Por lo menos 170 mil personas han sido afectadas por el Covid-19 y más de 2,400 personas han fallecido. Nuestro sistema de salud ha sido fuertemente impactado, dejando de lado la atención con calidad a muchas otras afecciones, y concentrando todos los esfuerzos en la prevención y en la atención a los casos más graves de personas que requieren ser ingresadas en unidades de Cuidados Intensivos.
Sin embargo, nuestro sistema democrático demostró sus fortalezas, y pese a la crisis pudimos realizar dos procesos electorales importantes: Las municipales del 15 de marzo y las presidenciales y congresuales el 5 de julio. La transición, en ambos casos, fue corta, pero efectiva y el cambio de autoridad municipal, legislativa y presidencial permitió renovar bríos, y está ofreciendo resultados que empiezan a corresponder a las expectativas de la mayor parte de la sociedad dominicana.
Sin embargo, existen lastres, deformaciones, injusticias y concepciones que requieren ser corregidas o actualizadas.
La educación es un elemento fundamental para la convivencia democrática y para la protección de nuestra sociedad. Sin ciudadanos educados, formados, con conciencia de sus roles y responsabilidades, no podremos avanzar. El gobierno realiza planes, proyecta indicadores y recomienda políticas públicas inclusivas, que también dependen del comportamiento ciudadano. Seguimos actuando con poca o ninguna previsión. La congregación de ciudadanos, las fiestas clandestinas, los abusos de autoridad, la carencia de protección, el rechazo a utilizar las mascarillas son parte del espectáculo cotidiano. Debemos avanzar.
Nuestras tareas más importantes al entrar en el 2021 será sobrevivir, como ha escrito Rosario Espinal, conservando los elementos democráticos de nuestro sistema y ampliando las conquistas alcanzadas, garantizando derechos, modernizando nuestra legislación y los códigos que nos rigen, y a través de los cuales nos convertimos en una sociedad con un verdadero estado social, democrático y de derechos, como establece nuestra Constitución.
Educación ciudadana, con ciudadanos empoderados, educación inicial, primaria, intermedia y universitaria fortalecidas con enseñanzas derivadas de iniciativas y aprendizajes del período de confinamiento, son tareas ineludibles. Salud preventiva, ciudadanos comprometidos con protegerse a sí mismos y a su entorno familiar y laboral, son también compromisos a los que debemos fortalecer.
No podemos olvidar que está pendiente el combate a la pobreza y la reducción significativa de las desigualdades, especialmente en el área económica, son tareas cotidianas para el gobierno y el sector privado. Generación de empleos, aumento de las exportaciones. Además del establecimiento de precedentes inolvidables sobre transparencia y lucha contra la impunidad son reclamos que no podemos eludir.
Es cierto que el 2020 ha sido trágico. Destruyó labores productivas, le dio una durísima estocada al turismo, a las remesas y a tareas industriales y agrícolas que bien pudieran ser recuperadas. El Banco Central ha informado que la reducción de la actividad económica ha sido de 7.9% del Producto Interno Bruto. Hemos dado pasos positivos, que no imaginamos que serían posibles, como un cambio de gobierno y los esfuerzos por un proceder ético de los funcionarios, desde el presidente de la República hasta los regidores de los cabildos locales.
Recibamos el 2021 con esperanzas. Nos merecemos un respiro, para tomar impulso y seguir construyendo una sociedad más justa.