Parece mentira que un país que es capaz de alcanzar altas tasas de crecimiento económico, incluso en períodos de recesión general, resulte absolutamente incapaz de reducir la mortalidad vehicular.

A riesgo de “llover sobre mojado” debemos insistir en la necesidad de soluciones efectivas contra el alarmante número de muertes por accidentes de tránsito en nuestro país, que ya adquiere categoría de epidemia.

De acuerdo con los informes, la situación se ha tornado más grave. Sólo en el gran Santo Domingo, cada cinco minutos ocurre un accidente. Quizás estos números nos ayuden a reaccionar: 12 accidentes por hora, 288 al día y 2,024 por semana.

Los reportes indican que en este primer semestre 1,108 personas fallecieron por accidentes de tránsito, un 14% más que en igual período del 2015. Las principales víctimas son jóvenes entre 15 y 29 años.

Pero los daños son mayores aún. Los informes no incluyen a las personas que fallecen despuésdel accidente. Tampoco el estrés general, ni las incapacidades totales y parciales de quienes tuvieron la suerte de sobrevivir a esas coliciones.

Guinnes presenta a la República Dominicana como el país más peligroso para circular por carretera, en contraste con los esfuerzos de las autoridades de proyectar una imagen país propicia al turismo y a la inversión.

Un estudio ordenado por el CNSS determinó, hace dos años, que el costo de la atención médica por accidentes de tránsito oscila en torno al 2.2% del PIB, un monto que supera la asignación para Salud Pública en el presupuesto nacional.

Los motoristas representan el 50% de la flota, pero participan del 70% de los accidentes, y son las principales víctimas. Las imprudencias y temeridad de la mayoríaobliga a manejar totalmente a la defensiva, lo que hace más lento el tránsito.

Un alto precio por el caos y el desorden

Lo cierto es que el tránsito en la capital adquiere ribetes de suplicio. El transporte público es deficiente; cada año se agregan más de 30,000 vehículos de motor; parqueos en ambos lados de las calles; y muy poco respeto a las leyes de tránsito.

Dispersión institucional, interrupciones de AMET para privilegiar la circulación oficial, y recursos importantes dedicados a servicios particulares. Además, un alto grado de permisividad ya que sólo el 3% paga las multas.

A pesar de que desde hace años ocupamos el segundo lugar en el mundo, y que duplicamos el promedio de América Latina con una tasa de 29.3 por 100,000 habitantes, poco se ha logrado desde entonces.

Guinnes presenta a la República Dominicana como el país más peligroso para circular por carretera, en contraste con los esfuerzos de las autoridades de proyectar una imagen país propicia al turismo y a la inversión.

Parece mentira que un país que es capaz de alcanzar altas tasas de crecimiento económico, incluso en períodos de recesión general, resulte absolutamente incapaz de reducir la mortalidad vehicular.

Las autoridades han lanzado un dramático video en las redes sociales tratando de prevenir accidentes y muertes, pero el mismo tiene una difusión muy limitada y posiblemente no llegue a los principales responsables de los accidentes.

Es tiempo de que el Congreso conozca los proyectos sometidos y que las autoridades presenten una estrategia y un plan de acción para reducir el estrés de los conductores y las muertes por accidentes de tránsito.