No se si recuerdan la analogía del vestidito negro que les conté una vez; ese que te pones cuando sales a una cita o una fiesta y no se te ocurre qué llevar. Esa vez hice la comparación con los dos temas favoritos que se esparcen de cuando en cuando, como polen en verano, en nuestra selva mediática a modo de distracción. Y que conste, que dichos temas no dejan de tener su importancia; lo bajo es que sean usados como cortina de visillo para empañar o distraer de otra realidad, si es el real propósito del oficialismo y la prensa.
Esta vez le toca al aborto, que no es tema menor. Reviste gravedad por todas las variables envueltas: la salud de la gestante, la relación entre los involucrados, la posibilidad de traumas emocionales en la o los protagonistas, las razones tras una decisión de este tipo, y muchas otras. Siempre se ha dicho la gran verdad de todo esto: ninguna mujer desea abortar, hacerlo no la hace feliz. Sin embargo, como muchas situaciones en la vida, hay decisiones que deben ser enfrentadas por mucho que duelan.
El gran problema en relación al aborto es que siendo este un acto privado, su práctica sea regulada por ley como si fuera público. En tanto que la educación sexual adecuada a niños, niñas y adolescentes sí es un asunto público, y en este escenario los mismos sectores de poder que regulan la práctica del aborto son los que no se ponen de acuerdo para ofrecer la educación sexual necesaria que permita a hembras y varones empoderarse de su sexualidad de forma saludable, oportuna y con la mejor información objetiva disponible.
Las decisiones tomadas en torno a un embarazo pueden ser tan variadas como el número de mujeres que puedan gestar. Una víctima de violación que queda embarazada puede elegir poner término a su embarazo, otra podría decidir que la criatura debe vivir y que es su oportunidad de obtener algo bueno de un hecho tan violento. En ambos casos, la decisión obedecería a un patrón de valores personales, educación, conducta, forma de vida y muchas otros aspectos que interactúan en el espacio privado de la mujer o incluso de la pareja, de haberla. Y ese derecho a decidir incluye las consecuencias resultantes.
Una pareja puede optar continuar un embarazo de alto riesgo. Es su prerrogativa, no porque lo permita una ley, sino porque tal decisión es una de dos en su ámbito íntimo. Lo que sí compete al Estado es asegurar que esa mujer tenga acceso a los servicios médicos y psicológicos que amerite su estado de salud. Hay una diferencia muy clara en ambos aspectos.
En los ejemplos citados, es súper importante contar con personal experto y entrenado que acompañe a la mujer o la pareja durante el proceso de desición, a los fines de que disponga de toda la información necesaria que le/les permita optar por lo mejor. Aquí el Estado sí debe intervenir para garantizar la creación y funcionamiento de espacios de asesoría médica y psicológica para la mujer.
Salud y educación sí son aspectos que inciden en un país y su futuro. La determinación de una mujer de abortar o no, ¿en qué afectaría a una nación, más allá de lo que pueda ocurrir a quienes tomen tal decisión? Sin embargo, sí es un asunto de salud pública que por causa de una prohibición absurda, un importante número de mujeres pierdan la vida en “clínicas” improvisadas –parte atrás- para realizar abortos clandestinos. Esto sí reviste gravedad y representa un riesgo para la población, además de que genera un lucro sin control para aquellos que lo practican, sabrá quién bajo cuáles condiciones de higiene y equipos.
Un embarazo por incesto es algo terrible y penoso de imaginar, sin embargo, aún en tales circunstancias ¿sería correcto despreciar la voluntad de la mujer?, amén de que estaríamos bajo un acto que riñe absolutamente con la ley. En este caso debe garantizarse toda la ayuda necesaria posible a la víctima, porque definitivamente es un hecho traumático.
Así como lo veo, la decisión de legalizar, penalizar, con excepciones o sin ellas, el aborto, no será más que el resultado de la imposición de voluntades, valores personales e intereses de sectores que pueden darse el lujo de imponerse sobre la población femenina, con todo y fallo conceptual en el espíritu de dicha ley, porque las mujeres no se embarazan solas, y hasta donde se, se habla de pena para ella y el personal médico involucrado; el hombre que puso de su parte, literalmente, no se menciona.
Para remate, muchos siguen la trampa que supone el uso de términos como bebe y criatura a algo que puede ser un cigoto o embrión. Igual lo hacen con imágenes que no se corresponden con la realidad. Utilizan términos como vida, muerte, asesinato, para generar culpa. Un enfoque científico en esta materia brilla por su ausencia, y hasta donde se, ninguna de las partes acude a ella, como está ocurriendo ahora en Argentina, donde se debate el concepto Vida con biólogos y expertos para aportar una mirada más objetiva a la discusión.
El resultado final, sea el tema del aborto una cortina de humo o no, es que la voz de la mujer, su derecho a opinar y decidir, sigue siendo negado, y lamentablemente desde las mismas instancias que están llamadas a protegerla.