El país cumplirá dos meses en cuarentena. El 17 de marzo fue el inicio de las decisiones para evitar la propagación del coronavirus, y una parte de la población ha seguido a pies juntitas las recomendaciones del gobierno. Otra parte no ha querido o no ha podido acoger las recomendaciones de las autoridades. Todo el que conoce la sociedad dominicana debe estar consciente de que la pobreza, el déficit educativo y la característica insoslayable de informalidad de nuestra economía hace imposible seguir en cuarentena.

Cada día que pasa es más evidente que la relajación de la cuarentena es mayúscula. Los entaponamientos en las calles, la apertura sigilosa de actividades, comercios de una sola puerta, talleres, servicios profesionales. Todo está volviendo a la normalidad y lo que diga o sugiera el gobierno importa poco. El Ministerio de Interior y Policías comenzó a cerrar colmados. Muy tarde. De nada servirá. El momento de la reapertura llegó como consecuencia del agotamiento de las comunidades.

Otra cosa: Los políticos están en las calles. Llevan mascarillas, lo mismo que los choferes de carros públicos, que los vendedores ambulantes, que los técnicos de los talleres, que los prestadores de servicios en restaurantes. Nos acostumbramos a las mascarillas rápidamente, pero no a la cuarentena. La mascarilla es un objeto de protección importante, y casi todos la llevan, pero están en las calles, en actividades productivas, en servicios, en negocios. Y eso se refleja en los aspirantes presidenciales y en los candidatos a diputados y senadores, que siguen haciendo campaña a cualquier hora del día o de la noche. Bueno, los del gobierno hacen campaña de madrugada, entregan bolsas de alimentos.

El gobierno está enterado. Los ministros lo saben. El de Interior y Policía ha comenzado a tomar medidas represivas. El de Economía y Planificación desde hace semanas tiene ideas y planes de cómo debe ser la reapertura. El de Salud dice que no puede ser de golpe, pero sabe que eso nadie lo puede detener. Y conoce que una de las decisiones ciudadanas está vinculada con la pérdida del miedo al contagio. Llegamos a un límite. Y la gente quiere ya destrozar la cuarentena, asumiendo medidas de autoprotección.

El presidente Danilo Medina también lo sabe. Ayer se reunió con empresarios, con obispos católicos, con sindicalistas, con pastores evangélicos, con funcionarios del gobierno, y el puso que tiene le indican precisamente que no es recomendable insistir en la cuarentena ni en el Estado de Emergencia.

En realidad, al gobierno le queda poco tiempo. Le quedan apenas tres meses y cinco días. El gobierno debe prepararse para dejar la situación organizada y que pueda darse continuidad a las medidas de autoprotección. Sea quien sea que gane las elecciones del 5 de julio estará obligado a tomar medidas de emergencia, distintas de las que hasta ahora han tomado las autoridades actuales. El Covid ha impactado la vida dominicana. Podrá seguir haciéndolo, pero un modo distinto, sin el temor inicial y sin que pensemos que se nos va la vida en un santiamén.

Es casi seguro que el Congreso no tenga que conocer más solicitudes del Poder Ejecutivo para continuar el Estado de Emergencia. Ya se aprobaron dos extensiones. Una tercera en este momento de cansancio de la población sería un contrasentido.

La vuelta a la “normalidad” acecha. A trabajar y a cuidarse. Es lo que corresponde. Mientras llegan las elecciones del 5 de julio y el cambio de gobierno.