El presidente Leonel Fernández acaba de crear, mediante decreto, la Comisión que deberá organizar los festejos relacionados con los 50 años del ajusticiamiento del tirano Rafael L. Trujillo Molina.

Es una ocasión importante para recordar los peligros a los que está expuesta cualquier sociedad, con la intolerancia política, el uso y abuso del patrimonio público y el concepto de propiedad sobre las posiciones que debían ser de servicio a la ciudadanía, según lo concibieron los países que dieron origen al sistema democrático.

El presidente Fernández, en su discurso del 27 de febrero pasado, recordaba los avances alcanzados en la sociedad luego de los 50 años transcurridos entre el fin de la dictadura y la actualidad. Aún permanecen vivos en la conciencia de la sociedad algunas de las lacras de la dictadura.

La dictadura, el dictador, el culto a la personalidad, los rigores del poder que instaló y que aún se mantienen en muchos aspectos del Estado, son el atraso y la negación de la libertad que el país necesita

La Comisión designada por el presidente, presidida por el ministro de Cultura, José Rafael Lantigua, e integrada por un amplio espectro de las instituciones y los intelectuales más destacados en el estudio de aquel azaroso episodio de la historia contemporánea, debe ayudar a identificar esas lacras.

Trujillo y su dictadura representaron la falta de institucionalidad, el irrespeto a la ley, a la Constitución, el robo descarado de los recursos públicos, el nepotismo en las funciones estatales, el uso y abuso de entidades como el Congreso Nacional, el Poder Ejecutivo, la justicia, los municipios, y hasta la postración de intelectuales, políticos, diplomáticos, empresarios, quienes servían al dictador incondicionalmente, so pena de sufrir las consecuencias de sus iras y arrebatos.

Hasta la vida privada fue marcada por la dictadura, por la falta de libertad, por una prensa abominable y entregada a la difamación y a engrandecer la figura del sátrapa. Fue la época del foro público, de Radio Caribe y de otras vagabunderías que permitieron a personajes como Johnny Abbes García ser amo y señor, pese a ser un encarnizado represor, abusivo y alevoso en la manera de conseguir la entrega del alma de la sociedad al dictador.

La dictadura, el dictador, el culto a la personalidad, los rigores del poder que instaló y que aún se mantienen en muchos aspectos del Estado, son el atraso y la negación de la libertad que el país necesita, con la institucionalidad, el respeto a la ley, al libre tránsito, a la libertad de emprendimiento, de opinión y de acción en el campo político, cultural, empresarial, religioso, entre otros.

Pese al poco tiempo que falta para el cincuentenario, el 30 de mayo, es mucho el trabajo que hay que hacer, en especial con el Estado, para dejar atrás muchas de las lacras y prácticas políticas que aún sobreviven al dictador y a su dictadura.