Hay épocas oscuras en que una actitud enhiesta como un mástil puede muchas veces hacer retroceder la carga de un regimiento de bestias.

Si hubo una mujer que en tiempos de la represión balaguerista representó como madre la dignidad y la valentía de todas las madres dominicanas, esa fue a no dudar Doña Manuela Aristy.

Con su fallecimiento desaparece físicamente una de las más connotadas figuras que enfrentó con inusitada gallardía los desmanes del llamado Período de los 12 años.

La que fuera madre de Amaury Germán Aristy vivió en carne propia una etapa de la vida nacional entintada en sangre y que se cebó particularmente con su hijo y un puñado de sus compañeros revolucionarios.

La angustia por la constante persecución de su vástago y el permanente acoso de las fuerzas represivas de entonces hicieron de Doña Manuela un símbolo de resistencia

Amaury encabezaba a un grupo de jóvenes, todos muchachos imbuidos de prístinos ideales de justicia social. Él mismo, con tan solo 17 años, había participado en la contienda de abril de 1965, enfrentando la segunda intervención norteamericana en el país.

Un joven delgaducho y en cuyo rostro aniñado sobresalían unos pesados espejuelos, a Amaury Germán Aristy le sobraban tantas agallas que muy pronto hizo que se pusiera precio a su cabeza.

La angustia por la constante persecución de su vástago y el permanente acoso de las fuerzas represivas de entonces hicieron de Doña Manuela un símbolo de resistencia decorosa y en ocasiones osada.

Cierta vez en que las fuerzas de seguridad allanaron por enésima vez su hogar, y uno de los agentes hurgaba en su aposento, Doña Manuela le espetó: ’’No busque a Amaury debajo de la cama. …yo no parí un cobarde”.

No pasó mucho tiempo hasta que aquella sentenciosa frase se hizo dolorosa realidad. Amaury junto a Virgilio Perdomo Pérez, Ulises Cerón Polanco y Bienvenido Leal Prandy cayeron acribillados por todo un ejército de  militares y policía que los acorralaron el 12 de enero de 1972.

La pérdida de su hijo no fue más que un acicate para que Doña Manuela recondujera la congoja de la madre y se convirtiera en un estandarte que durante el resto de su vida enfrentaría cuantos atropellos caracterizaron los gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer.

Su fallecimiento enluta a un país que la recordará como una mujer que, valerosa y firme, encarnó el decoro de muchas mujeres y fue vívida expresión de la lucha en favor de la democracia dominicana.