Este 25 de noviembre conmemoramos el 60 aniversario de la muerte de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.  Tres heroínas, activistas políticas que combatieron fervientemente el régimen del dictador Rafael Leonidas Trujillo y que desde muy temprano comenzaron a sufrir las consecuencias de vivir bajo un régimen dictatorial.  Fueron apresadas y torturadas en varias ocasiones.  Junto a sus esposos y otros compañeros y compañeras fundaron el Movimiento 14 de Junio, para combatir y hacer oposición al régimen trujillista.

A pesar de que sabían que sus vidas estaban en peligro, continuaban en su activismo.  Accionaban, a pesar del miedo que probablemente sentían.  Eso, se llama valor.  Pero Trujillo no resistía ningún tipo de oposición y dicen que días antes de mandar a matar a las hermanas Mirabal, dijo públicamente que sólo le quedaban dos problemas por resolver: el de la Iglesia Católica y las hermanas Mirabal.   Finalmente fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960, por órdenes de Trujillo y desde 1999 las Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre como día internacional de la no violencia contra la mujer, gracias a la propuesta que hiciera la delegación dominicana en 1981 durante el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, llevado a cabo en Bogotá, Colombia.

60 años después, nuestro país aún tiene pendiente la agenda mujer; y la pandemia del Covid-19 ha puesto más al desnudo la violencia que seguimos sufriendo las mujeres en todos los estamentos públicos y privados.  La llamada violencia estructural, aquella que desde el mismo Estado violenta el ejercicio de nuestros derechos, a veces de manera sutil y a veces de manera más visible; la violencia física, patrimonial y la menos visible pero capaz de causar grandes o mayores estragos, la violencia psicológica.

Hemos dado pasos de avances para la erradicación, sanción y prevención de la violencia contra las mujeres.  Se han adecuado leyes penales, civiles, laborales, políticas y electorales, pero tenemos pendiente aún no sólo actualizar nuestras legislaciones que han quedado desfasadas, sino y más importante promover acciones y políticas públicas para lograr cambiar la cultura machista que aún persiste.  Quizás el reto más grande que tenemos es este y debe lograrse a través de la educación.

Sin embargo, podemos ver la luz al final del túnel. La semana pasada la Cámara de Diputados aprobó eliminar el matrimonio infantil de nuestro Código Civil, gracias a un movimiento social y que ha contado con el apoyo del Presidente de la República, Luis Abinader, lo que coloca en la agenda nacional y en el imaginario colectivo que la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres no es “normal”.

La historia nos ha demostrado que los cambios no se producen de la noche a la mañana.  Los cambios son procesos que enfrentan muchas resistencias, por temor, por comodidad, por pérdida de poder.  Las sufragistas nos lo demostraron en la historia y hoy gracias a ellas, votamos y participamos en la política.  Los movimientos feministas que reclaman y promueven cambios en las estructuras políticas y sociales también nos ha demostrado que podemos alcanzar cambios. La sociedad dominicana está cambiando y está ávida de ver un país moderno en términos de legislaciones y en términos culturales.

Las Hermanas Mirabal representan la fuerza que tenemos las mujeres cuando nos organizamos y nos proponemos llevar a cabo acciones a favor de nuestros derechos.  A favor de la libertad. A favor de la igualdad de derechos y oportunidades.  Y hoy, nosotras las mujeres dominicanas, representamos también a las Hermanas Mirabal.  Somos ciudadanas activas, valientes, fuertes, luchadoras, opositoras y tenemos el deber y la obligación de continuar el movimiento para que vivamos en una República Dominicana más justa y equitativa donde las mujeres podamos gozar y ejercer nuestros derechos. ¡Que vivan las mariposas!

Nota: una versión resumida de este artículo fue publicado en el periódico ABC de  España.